domingo, 28 de abril de 2013

The Only Exception


Hoy es el primer día de escuela y yo me salté las últimas clases para pararme sobre un puente y lanzarme por él. Miro el vacío y una canción se me viene a la mente.

Mi nombre es Evangeline Quantiore, tengo 16 años, casi 17. Vivo con mi hermano Antare, quien es 10 años mayor que yo, él ha cuidado de mí y me ha criado desde que tengo 2 años. Ese fue el tiempo en que nuestros padres murieron

Cuando tenía apenas dos años y mi hermano 12, fuimos víctimas de un secuestro junto a mi madre, por supuesto que pidieron rescate por nosotros. Nuestra familia era relativamente acomodada. Tenían dinero y los secuestradores querían ese dinero. 

No tengo muchos recuerdos de mis padres, si me querían o no, si me cuidaban o consentían. Según Antare, siempre he sido una niña consentida. Pero en el momento en que parecía todo estar perdido nuestro padre no escatimó en gastos para recuperarnos.

No sé exactamente como fue o quien se salió de lo pactado, lo único que recuerdo con claridad es que me encontraba oculta en el asiento trasero de un auto. Recuerdo el olor del material de los asientos, recuerdo gritos y fuertes explosiones, que ahora estoy segura eran disparos. Recuerdo también el cuerpo de mi hermano tratando de ocultar el mío, su calor, su estremecimiento y sus claras intenciones de no dejarme ver lo que ocurría. Últimamente recuerdo otra cosa, o quizás solo es una imagen de mis sueños, o imaginación, no lo sé, pero recuerdo el rostro de mi madre girar hacia nosotros desde fuera del auto, mirarnos con dolor, como tratando de acercarse y su mano ensangrentada apoyándose en la ventana del auto, resbalando, hasta perderse. Recuerdo el olor del combustible, mezclado con el olor de la sangre.

Después de eso solo tengo vagas imágenes de personas llevándonos de un lugar a otro.

Antare manifestó el firme propósito de cuidarme siempre, eso también lo recuerdo.

Comenzamos a vivir con nuestros tíos paternos. El hermano de nuestro padre y su esposa cuidaron de nosotros por tres años. Nunca intentaron llenar el vacío que dejaron nuestros padres, creían que con darnos tres comidas al día y algo que vestir ellos cumplían con creces con la memoria de los muertos.

En realidad ellos jamás desembolsaron nada, el dinero con el que nos alimentaban y vestían era el que habían dejado papá y mamá. Eso nos duró tres años.

Cuando yo tenía 5 años y Antare 15 el dinero se terminó y las buenas obras de nuestros tíos también. Ellos hubiesen vendido la casa que habíamos heredado de nuestros padres si hubiesen podido, afortunadamente no fue así, y cuando ya fuimos un estorbo Antare me tomó de la mano y nos mudamos a nuestra antigua casa.

El entró a la preparatoria y se consiguió un trabajo y yo fui a parar a la guardería. Pero estábamos juntos y él seguía manteniendo la firme convicción de cuidar de mí. En realidad yo apenas si me daba cuenta de las carencias porque él jamás permitía que las notara, ya fueran afectivas o materiales. Crecí amando a mi hermano más que a nadie, él era mi padre, mi madre, mi amigo.

No extrañe a mis tíos, yo era casi como una planta para ellos y era Antare quien siempre estaba allí para mi, el cambio fue favorable, al menos teníamos algo más de libertad.

En ocasiones me llamaba Error en lugar de Evangeline, sin ningún motivo en especial.

Al llegar de regreso a casa conocimos a tres chicos que vivían en la misma calle y asistían a la misma escuela que Antare, sus nombres eran Yukki, Brandom y Miguel. Los dos primeros eran menores que Antare y Miguel tenia la misma edad que él. Ellos y mi hermano se hicieron inseparables y yo me transformé en una especie de mascota para ellos, jugaban conmigo, me cuidaban o al menos lo intentaban y siempre estaban inventando formas de hacerme reír. A veces dudo de que si mis padres estuvieran con vida yo hubiese podido tener una infancia más feliz que la que pasé con ellos cuatro. Aunque no todo siempre fue perfecto, hubo problemas, hubo tragedias.

Una de esas tragedias ocurrió cuando yo tenía 7 años, en ese tiempo Antare tenía 17 años, además de una novia. Yo lo miraba con celos, algo de rencor, ella no me agradaba. No puedo decir con seguridad que era lo que me molestaba de ella, o si era un sexto sentido que me advertía en su contra, quizás solo eran simples celos de hermana menor consentida.

Un día ocurrió la tragedia, lo recuerdo, la ira de Antare, su pena, el llanto. Ella había quedado embarazada de mi hermano y se había sometido a un aborto. Eso casi destrozó a Antare, pero sus amigos estuvieron ahí y yo traté de consolarlo de alguna manera, con mis 7 años y sin entender con claridad que era lo que ocurría. Eran temas de adultos que escapaban a mi comprensión y desconocía muchos aspectos del tema. Ya más grande Antare me contó más detalles.

Dos días después de este acontecimiento Antare desapareció, yo no sabía nada de él y sus tres amigos tampoco, pero sé que lo buscaban. En ese entonces Yukki con 16 años ya vivía solo y me llevó a su casa para cuidar de mí.

Estuvo varios días desaparecido, muchos en realidad, y cuando al fin apareció estaba en muy malas condiciones, tanto físicas como psicológicas.

Supe que lo habían secuestrado, pero en esos tiempos no supe el por qué y lo que le hicieron. Mucho después me enteré que había sido secuestrado por órdenes de los mismos sujetos que asesinaron a nuestros padres, en venganza porque Antare los reconoció y terminaron en la cárcel. No tengo la certeza de cómo escapó, el nunca quiere hablar del tema, pero una cosa tengo por segura, y es que fue uno de los peores momentos de su vida.

No hablaba mucho del tema e incluso evitaba a los amigos con los que siempre estaba, con quienes pasaba las tardes haciendo locuras y acosándose unos a otros. Dos días después lo encontré en la tina del cuarto de baño con las muñecas abiertas cubierto por el agua color rojo sangre.

Me desesperé, lloré y corrí a buscar a alguien que me ayudara. Yukki vivía en la casa del frente y acudió a mis gritos. Más tarde se sumaron Brandom y Miguel. En una camioneta que habían comprado entre los cuatro un año antes fue llevado al hospital. Yo me quede en casa siendo consolada por Brandom.

Estuvo varios días en el hospital hasta que se estabilizó, y yo lo visitaba todos los días. Uno de sus amigos me llevaba. Me sentaba a su lado y lo contemplaba dormir, tomaba su mano esperando que despertara.

- Buen chico, buen chico – le decía, esperando que me escuchara.

Entendía el concepto de la muerte, pero no del suicidio.

Un día escuché a unas enfermeras decir que se lo llevarían a una institución mental para una evaluación. Miguel, Yukki y Brandom eran quienes recibían la noticia. Yo no entendía lo que era evaluación o institución mental. Los amigos de mi hermano protestaron pero el doctor les dijo que él estaba en un profundo estado depresivo.

- El intento quitarse la vida, – dijo el doctor – y es posible que lo intente de nuevo. No quiere seguir viviendo.

En ese momento junto a mi pasó Antare en una silla de ruedas acompañado de dos hombres que vestían de blanco. El no pareció verme, estaba ido.

Por mi cabeza pasaban las palabras del médico y en mi egoísmo infantil para mí solo significaba que mi hermano quería abandonarme.

Corrí hacia el gritándole y golpeándolo con puños y pies.

- ¡¡Antare, idiota!! – le grité sin dejar de golpear – ¡¡Querías dejarme sola!! ¡Tonto, tonto! ¡¡Querías morir para dejarme sola, te querías ir con papá y mamá!!

Sentí que alguien me apartaba y abrazaba, era Yukki, oculté mi rostro en su pecho y lloré. Antare apenas reaccionó a mis palabras y golpes, excepto por dos lágrimas que resbalaron por sus mejillas.

Después de eso Yukki me llevó a casa y me dejó en mi habitación para que tomara algunas cosas que pudiera necesitar ya que me quedaría de nuevo con él, en su casa.

Ya no lloraba, pero estaba enojada, triste, y me sentía como un estorbo. En ese momento pensé que no era importante para nadie, que no me quedaba nada.

Suspire reprimiendo un sollozo y miré a mi alrededor. Mi habitación, mis cosas, una gran cantidad de muñecos de felpa que me había regalado Antare para mis cumpleaños, mezclados con los que había recibido de sus amigos, algunas muñecas. Tome unas tijeras que había sobre una cómoda y comencé a tijeretear y apuñalar los muñecos, corte cabezas, desparrame su relleno por toda la habitación, las muñecas fueron desmembradas. Todo, absolutamente todo fue destruido. Parecía la escena de una masacre echa por los ratones la noche de navidad a los amigos del cascanueces.

Yukki llegó junto a mi cuando le arrancaba el corazón de relleno a un panda de felpa.

- ¡Evangeline! Ya… - dijo tratando de sonar tranquilizador, me abrazo de nuevo y me sacó de allí - ¿Por qué hiciste eso?

- ¿Antare ya no me quiere? – pregunte ignorando su pregunta.

- Por supuesto que te quiere – me respondió Yukki, mirándome a los ojos.

- Entonces por qué…

- Algo feo le pasó a Antare y eso lo hizo tener ideas locas en su cabeza, pero te quiere, y verás como pronto estará de regreso. ¿Ahora dime por que le hiciste eso a tus juguetes?

- Porque… ya no soy una niña y debo cuidarme sola, los grandes no tienen juguetes, no juegan – dije mirando la punta de mis pies, mordiéndome un poco el labio para no llorar por lo que decía, aguantando las lágrimas.

Yukki me levantó el rostro para que lo mirara, me sonrió con ternura y me dijo:

- Yo cuidaré de ti cuando Antare no pueda, así que no debes preocuparte y puedes seguir siendo una niña todo el tiempo que quieras, no necesitas cuidarte sola.

Al oír esas palabras mi labio tembló ligeramente y comencé a llorar ocultando mi rostro en su cuello. Su camisa quedó húmeda por mis lágrimas.

Me estuve quedando en casa de Yukki durante más de un mes, mientras Antare seguía encerrado en el psiquiátrico.

Miguel, Brandom y Yukki se turnaban para cuidarme en las tardes después de la escuela, llevándome en ocasiones a sus trabajos de medio tiempo. Ellos se habían convertido en parte de mi familia también.

Cuando Antare fue dado de alta y regresó a casa lo primero que hizo al verme fue abrazarme y pedirme perdón.

- Perdóname, lo siento Error – me dijo entre lágrimas – te prometo que no lo haré jamás, tu eres lo más importante para mí.

Al oírlo sonreí, supongo que con algo de ternura, y lo abrace también.

- Buen chico, buen chico – dije acariciando su cabeza.

Para mí el percance había sido olvidado, lo más importante era tenerlo de regreso, juntos en casa al fin.

Nuestra vida regresó a la habitual normalidad, si es que se puede llamar normalidad las constantes locuras que Antare y sus amigos hacían, eran desenfrenados, parecían querer devorar el mundo y yo solo me divertía observando, reía, siempre intentando salirme con la mía. Si, era una malcriada, a pesar que Antare traó de ponerme reglas cuando comencé a crecer y me castigaba de maneras muy originales, pero luego del castigo terminaba sintiéndose culpable y yo hacía un desmadre peor.

Los años pasaron, yo cumplía los 11 años, Antare ya estaba en la universidad y nuestros días eran una cosa extraña, mitad seriedad, mitad locura. Todo parecía bien, pero un nuevo hecho o una nueva tragedia vino a enlutar nuestros días felices.

Antare fue víctima de un nuevo secuestro y como yo estaba más grande percibí en todo su real significado lo trágico que eso era. Los mismos sujetos de la vez anterior habían ido por él de nuevo. Los secuaces de los tipos que continuaban en la cárcel. Obviamente la intención no era pedir rescate o matarlo, sino algo mucho peor y ahora, cuando lo pienso me estremezco y entiendo el por qué Antare tomó la decisión de quitarse la vida aquella vez.

Nuevamente pasé días siendo cuidada por Yukki, el fiel Yukki.

- Hola hermosa – me saludaba en las mañanas mientras yo miraba el tazón de cereal intentando no pensar en lo que le podía ocurrir a Antare.

Miraba a Yukki y mis ojos se humedecían, entonces el solo me abrazaba. Era en momentos como este en que él se ponía serio y me daba cuenta de lo importante que se había convertido para mí.

Cuando Antare apareció nuevamente, encontrado quien sabe como por sus tres amigos, porque fueron Brandom, Miguel y Yukki quienes lo encontraron, yo regresé a casa. Estaba feliz por tenerlo de regreso, pero también sentía tristeza por dejar a Yukki.

Mis ojos lo seguían cada vez más cuando él se reunía con mi hermano y sus amigos en mi casa, casi no podía evitarlo. Y con apenas 11 años tuve mi primera ilusión de amor con alguien 9 años mayor, y que como me di cuenta más adelante tenía otras inclinaciones sexuales.

Siempre veía a Yukki, Brandom y Antare que se molestaban y se insinuaban cosas, al igual que a Miguel, pero él tenía menos paciencia o no disfrutaba tanto de esos juegos. O quizás era el solo hecho de estar enamorado lo que le hacía evitar esos juegos.

Yo los observaba y reía porque nunca lo vi de otra manera más que como un juego.
Mi actitud con ellos no cambió, seguía participando de algunas de sus locuras, aunque ahora más cerca de Yukki que de Antare.

Cumplí 12 y luego 13, mi ilusión de amor, enamoramiento o lo que fuera continuaba allí.

Mi cuerpo comenzó a cambiar también, era bastante alta para mi edad y me desarrollé antes. Comencé a elegir mi ropa y ya no usaba tanto lo que Antare escogía.

Mis gustos se exteriorizaron a mi forma de vestir combinada un poco con el deseo de llamar la atención de Yukki. El color negro, el encaje, la ropa ajustada y el escote que Antare se esforzaba en ocultar utilizando cualquier excusa.

No quería ni me gustaba llamar la atención de otros chicos, solo quería que Yukki no me viera tanto como una niña.

Unos meses después de cumplir los 13 años, una tarde estando en mí habitación escuche voces y risas. Eran las voces de Antare y Yukki. Bajé de inmediato.

Cuando iba a mitad de la escalera pude ver a través de la puerta a los dos sentados en el sofá, abrazados y besándose, tocándose. Al parecer estaban ebrios, podía notarlo por el olor que provenía de la sala y la cantidad de botellas vacías que había alrededor del sofá.

No puedo definir lo que sentí. ¿Tristeza, angustia, decepción, miedo, rabia? Era una mezcla de todo eso y quizás más.

Sentí que unas lágrimas resbalaban por mis mejillas y como no quería que me vieran y preguntaran por qué lloraba salí de allí a la calle, a cualquier parte. Pero al salir de la casa choque de frente con Miguel quien venía llegando, seguramente pata unirse a la fiesta que habían iniciado mi hermano y Yukki.

Miguel al verme me preguntó de inmediato que ocurría mirando hacia el interior de la casa. No sé si vio o solo escuchó lo que mi hermano y Yukki hacían, pero me siguió y llevó a una heladería cercana a casa.

- Lamento mucho lo que viste, esperaba que este tipo de cosas no te espantaran o al menos no te sorprendieran tanto. Por tu reacción veo que no es así.

Miguel me miró esperando que le contestara algo, pero no dije nada, a pesar que ya había dejado de llorar.

- ¿Te preocupan las relaciones homosexuales? - me preguntó después de un par de minutos de silencio. Negué con la cabeza - ¿estás decepcionada de tu hermano?  - volvió a preguntar, tratando de entender mi reacción.

- No les digas que los vi, ni mi reacción – dije al fin.

- Pequeña, sé que no es fácil aceptar algo como eso, pero…

- No me importa – lo interrumpí – no me importa si es gay, no me importa si anda con otro hombre ¿pero por qué tenía que ser Yukki?

Miguel abrió mucho los ojos como si la verdad de mis palabras entrara por ellos.

- ¿Te gusta Yukki? – preguntó él, aunque era más una afirmación.

Lo miré con los ojos llorosos tratando de contener mis sollozos comiendo helado. Sin duda era una imagen de antología, atiborrada de helado con los ojos acuosos y mi labio temblando.

- Pequeña él es mucho mayor que tú, eres muy joven, una niña – dijo Miguel dando como respuesta afirmativa mi actitud.

- No soy una niña – dije una vez había tragado el helado.

Miguel sonrió con algo parecido a la ternura y me dijo:

- Esta bien, eres una adolescente, pero aun así el es demasiado grande para ti, no importa si tu cuerpo se ve como el de una chica mas grande, tu rostro sigue siendo el de una jovencita de 13 años, y a veces parece de 11.

- Lo sé – dije suspirando – y odio eso… aunque ahora da lo mismo, él y mi hermano tienen algo y no importa lo que yo haga, no puedo intervenir allí, pero eso no significa que no me duela.

Miguel me acompañó a casa ese día y no dijo nada respecto a lo que yo había visto o la conversación que habíamos tenido.

Dos días después los chicos se reunían para celebrar el nacimiento de los hijos de Miguel, el se había casado meses antes porque su novia estaba embarazada y los niños acababan de nacer. Ella y los gemelos seguían en la clínica, pero Antare y los demás no habían aceptado un no por respuesta y le hicieron una pequeña celebración, a la cual asistí porque era en mi casa.

Me encontraba con Antare, Miguel y Brandom en el patio de mi casa, cuando llegó Yukki con una chica de la mano. De inmediato miré a Antare esperando ver alguna reacción, pero él les sonrió como si nada. Luego miré a Miguel quien se encogió de hombros, dándome a entender que no sabía nada.

- Hola chicos, hola hermosa – dijo Yukki al llegar junto a nosotros – les presento a mi novia Estela, creo que solo Antare la conocía. Ellos son Miguel, el reciente padre, Brandom, y Evangeline, la hermana menor de Antare.

No sé si mi rostro demostraba mi sorpresa, confusión, molestia, o lo que fuera, pero al parecer si porque Miguel puso una mano sobre mi hombro.

- H-hola – saludé confundida.

Note que Estela me miraba de pies a cabeza, como estudiando las diferencias entre ambas.

- Que rostro de niña más tierno – dijo Estela, refiriéndose a mí, con un tono algo despectivo.

Noté que yo era un poco más alta que ella, e incluso estaba más desarrollada. Supongo que eso y el hecho de que Yukki me llamara hermosa la hizo indisponerse en mi contra, lo que se notó en el tono de voz. Y como no tengo mucha paciencia para ese tipo de cosas dije:

- Y supongo que este rostro quedaría mejor en tu cuerpo – sonreí con malicia.

Antare y Brandom tosieron tratando de simular una carcajada. Miguel miró hacia otro lado y apretó un poco más mi hombro.

La chica me miró feo y Yukki trató de quitarle importancia a la situación, riendo y desviando el tema.

- ¿Y hace cuanto son novios? - pregunté

- Hace una semana más o menos – dijo Yukki.

Al oír eso miré a Miguel y suspiré. Por la mirada que intercambiamos noté que el también había notado que Yukki estaba saliendo con la chica desde antes de que yo lo encontrara con Antare en la sala de nuestra casa.

Ese hecho me decepcionó aun más de lo que ya estaba.

Como Miguel era el único que sabía de la situación me acompañó durante toda la reunión, supongo que para confortarme o algo así, quizás lo hizo para que no comenzara a agredir verbalmente a Yukki o su novia, quien sabe, jamás le pregunté. Pudo haber sido que solo quería que yo estuviera bien, ya que este hecho ocurrió en el tiempo en que Miguel aun era feliz.

El tiempo continuó pasando, la relación de Yukki no duró mucho y me obligué a mi misma a dejar de pensar en él como algo más que el amigo de mi hermano. Tarde casi un año en olvidar todo eso, o más bien olvidarlo a él, dadas las circunstancias. O bloquear lo que sentía, sacarlo de mi sistema y convencerme a mi misma que en realidad no existen hombres buenos.

Está bien, exagero. Simplemente decidí que lo que quería era algo seguro, algo con garantía de que no me lastimarían o lo que fuera. Sé que es pedir demasiado, lo tengo claro.

A mis 15 años nos mudamos a una casa nueva, Antare tenía un trabajo en la Universidad como profesor de ciencias, aparte del trabajo que ya tenía en la escuela donde comenzaría a asistir ese año.

Yukki, Brandom y Miguel trabajaban en la misma escuela como profesores de literatura, matemáticas y ciencias respectivamente.

Entre a esta escuela nueva y conocí gente, comencé a relacionarme con otros chicos de mi edad, y a alejarme un poco de mi hermano y sus amigos. En la escuela eran los profesores y los trataba como tal, pero en casa eran un cuarteto de locos, según yo.

Los cuatro sin pareja, Miguel divorciado y los otros tres incapaces de mantener a alguien a su lado, o eso imagino, de otra manera no estarían solos.

Conocí a dos chicos agradables, Alexander Di Rousseau y Evan Rave, con ellos forme una banda que bautizamos como Lilium. Alex en la guitarra y Evan en la batería, yo en guitarra y voz. Según Antare mi talento musical es heredado, yo no lo aseguro.

A mitad del último año escolar un estudiante de último curso me invitó a salir, acepte porque no tenía nada más que hacer ese día, y a pesar que siempre mantenía cierta distancia, ese sujeto me pareció agradable.

Nada más alejado de la realidad, porque cuando estuvimos solos quiso propasarse y terminé golpeándolo donde más le duele a un hombre. Antare siempre se preocupó de que supiera defenderme sola.

La cita fue un desastre y terminé yéndome sola a casa. Pero el lunes siguiente cuando fui a clases me enteré de que el rumor de que mi cita había llegado a tercera base conmigo y que yo era una chica fácil circulaba por toda la escuela. Comenzó el acoso, las bromas de doble sentido, los murmullos cuando pasaba junto a las chicas, las miradas insidiosas y burlonas. Las chicas se alejaban de mí y los chicos se acercaban solo por un motivo.

La escuela dejó de ser divertida. Solo me quedaban Alex y Evan, mis únicos amigos, y los que creían en mí a pesar que yo prácticamente los había acosado por días para que se me unieran y formáramos la banda.

La única chica que me hablaba era Monserrat, la hermana gemela de Alexander y ese era todo mi círculo.

En un arrebato de rebeldía fui y me hice un tatuaje en el omóplato izquierdo con el carácter chino que significa demonio, recibí castigo por eso de parte de Antare, pero era mi cuerpo y podía hacer lo que yo quisiera con el. Al menos esa fue mi excusa.

Pero ahora, a mis 16 años, faltando poco más de un mes para cumplir los 17, y en el primer día de clases de mi último año escolar sigo sin haber tenido un novio jamás o incluso sin haber besado a alguien alguna vez.

Sigo usando el negro, el encaje y la ropa entallada, ya no para llamar la atención de alguien y que me vea como una mujer, sino porque me gusta y solo por eso. Me gusta como soy, como me veo y por eso lo hago.

En cuanto a un beso…quizás inconscientemente, en el fondo de mi corazón sigo esperando que ese primer beso sea como lo imaginé tantas veces con Yukki, y lo sigo esperando…

Nah, solo que no quiero besar a alguien solo por besarlo, quiero que sea con alguien que me guste. Demasiado romántico para una pseudo rebelde ¿medio psicópata? Bueno, lo de medio psicópata es un poco exagerado, ya que solamente he asesinado cruelmente a mis animales de felpa. Pero así pienso y así lo espero. Quizás algún día pase o quizás terminare siendo la niña de Antare hasta el fin de mis días…. Creo que no, quizás solo debo esperar.

Y en este momento cuando estoy en medio de un puente a punto de arrojarme desde el al vacío miro hacia atrás y veo a dos de mis compañeros allí. Uno de ellos es Roxte, con quien hable muy poco el año pasado, pero que ahora quien sabe por qué se me acercó, el otro es Ronald, un nuevo estudiante quien aun no está enterado de mi supuesto “oscuro pasado” y parece ser agradable.

Me saludan con la mano y Ronald señala su cámara con la que me graba. Les sonrío y me lanzo al vacío lanzando un grito, la cuerda elasticada con la que estoy atada al puente me sostiene y me eleva varias veces. Entonces pienso de nuevo en la canción The Only Exeption, y mientras mi estomago sube y baja en la caída me pregunto si así se sentirá estar enamorada y si algún día podre cantarle esa canción a alguien.
FIN

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