Ronald era espiado por sus
compañeros de clase desde la puerta del aula mientras él hablaba con una chica
en uno de los pasillos alejado de todos los demás. La joven que estaba con él
se había sonrojado mucho mostrando una leve cara de angustia al oír las
palabras de Ronald, luego se marchó casi corriendo.
- ¿Qué pasó? ¿La rechazaste? –
preguntó Roxte, sabiendo que la joven había llamado a su amigo para
declarársele.
- Claro que lo hice, ya sabes que
tengo una prometida – dijo Ronald, quitándose un mechón de cabello rubio de los
ojos.
- Otra vez con eso de la
prometida – dijo Saine en tono burlón.
- Por supuesto, ella es la
persona con la que me casaré un día – el tono de voz de Ronald era casi
ensoñado.
Con apenas 17 años ya tenía
trazado un proyecto a futuro. Terminaría la escuela, luego la universidad y
después se casaría con su prometida.
Del interior de su billetera
Ronald sacó una fotografía de lo que parecía ser una niña de no más de 6 años.
Un rostro angelical enmarcado por un cabello negro azabache que le llegaba
hasta los hombros, sonreía a la cámara y miraba con gentileza con aquellos ojos
tan especiales, uno verde y el otro azul.
- Es linda ¿verdad? – Ronald
sonrió a sus amigos enseñándoles la fotografía.
- Confieso que es una niña linda,
pero no sabes en realidad como está ahora, nunca la has visto realmente – dijo
Roxte suspirando. El conocía parte de la historia.
- ¿¡Que nunca la has visto!? –
pregunto Saine sorprendido.
- Así es, mi mamá me dio esta
fotografía cuando yo tenía 7 años y me dijo que ella se convertiría en mi
prometida. Es hija de su mejor amiga de la preparatoria y prometieron que sus
hijos algún día se casarían – Ronald contaba la historia recordando lo que
había pasado hacía diez años. En cuanto vio la fotografía decidió que crecería
como un buen niño solo para que su prometida estuviese orgullosa de él y guardó
la imagen como un tesoro.
- ¿Y si es así por que no se han
conocido aún?
- Porque mamá me dijo que nos
conoceríamos cuando tuviéramos 17 años.
- Pero tú ya tienes 17 años
Ronald – dijo Roxte.
- Pero Alex solo tiene 16, es un
año menor que yo – Ronald suspiró – Aun debo esperar un año para conocerla.
- ¿Se llama Alexandra? – preguntó
Saine
- Así es, pero siempre la he
llamado Alex – Ronald sonrió fantasioso.
- ¿Qué pasa si ahora es fea o
tiene mal carácter?
- Claro que no, ella seguramente
es muy hermosa y seguro tiene un carácter adorable, es gentil y tierna – Ronald
estaba inmerso en su propia fantasía.
Esa tarde al llegar a casa su
madre lo esperaba con una noticia que lo puso visiblemente nervioso.
- Desde mañana se quedará con
nosotros durante el resto del año Alex Di Rousseau.
- ¡¡¡Qué!!!? – Ronald miró a su
madre con asombro – pero creí que nos conoceríamos el próximo año.
Hannah, su madre, lo miró
curiosa.
- Pues… Monserrat y su esposo se
irán de viaje al extranjero durante unos meses por el trabajo y Alex aun tiene
escuela, así que me pidieron si podía quedarse aquí por un tiempo y a mí me
pareció buena idea… ¿Qué no quieres visitas en casa?
- No, no es eso, solo me
sorprendí, es todo… - Ronald se había puesto nervioso, pero al mismo tiempo
emocionado, al fin la conocería.
Ronald, su madre, Hannah, y su
hermana menor, Jill, vivían en una casa de clase media con 3 habitaciones por
lo que era evidente que su hermana tendría que compartir habitación con Alex,
al menos eso es lo que el rubio estaba pensando.
El padre de Ronald había muerto
hacía alrededor de ocho años, dos años después del nacimiento de Jill, y ellos
se habían transformado en una familia cariñosa y muy unida tratando de superar
todos los obstáculos juntos. Hannah los hacía sentir una familia completa a
pesar de la ausencia del padre y Ronald siempre había agradecido eso, por lo
mismo jamás había cuestionado sus decisiones a pesar de lo absurdas que le
parecían algunas, porque además de estar siempre alegre su madre tenía un
sentido del humor bastante especial.
Al día siguiente Ronald llegó de
la escuela más rápido de lo que acostumbraba regularmente.
- Que bueno que llegas pronto
Ronald, recuerda que debes hacerle un espacio en tu armario a Alex.
Ronald se quedó de piedra al oír
eso.
- ¿En mi armario? ¿Quieres decir
que compartirá habitación conmigo?
- Por supuesto, no esperaras que
duerma en la misma habitación de Jill ¿verdad?
- La verdad es que si lo esperaba
en realidad – dijo Ronald sonrojándose hasta la raíz del cabello. Era cierto
que ella era su prometida y que su madre era hasta cierto punto liberal, pero
no esperaba que los dejara compartir la misma habitación tan pronto.
- Monserrat iba a enviar la cama
de Alex esta mañana, pero hubo un problema con los de la mudanza así que
deberán compartir cama hasta que esta llegue.
- ¿¡¡¡Compartir la misma cama!!!?
– a Ronald casi le da algo cuando escuchó esas palabras de boca de su madre.
- Se que eres tímido y
quisquilloso con los extraños, pero no deberías exagerar tanto – dijo Hannah
algo intrigada por el extraño comportamiento de su hijo desde el día anterior –
Dudo que Alex vaya a abusar de ti – ella rió ante su propia broma.
- No es mi castidad lo que me
preocupa, sino la de ella – susurró Ronald.
Hannah alcanzó a escuchar las
palabras de su hijo, e iba a preguntar a que “ella” se refería cuando el timbre
de la puerta sonó.
- Debe ser Alex, ve a abrir
Ronald – pidió su madre.
Ronald algo nervioso fue a abrir
la puerta, no había alcanzado a cambiarse de ropa o peinarse un poco al menos,
y de verdad quería causar buena impresión. Respiró profundo y abrió la puerta,
encontrándose allí con uno de los rostros más bellos que había visto alguna
vez, se quedó algo embobado y se sonrojó de nuevo.
- ¿La familia Knox? – una voz
aterciopelada y profunda, evidentemente masculina había hecho la pregunta.
Entonces Ronald lo notó, era un chico, un chico muy lindo, pero un chico al fin
y al cabo, vestía como uno, era plano como un chico y era más alto que el mismo
Ronald. Definitivamente no era su prometida Alex.
- Ronald ¿es Alex? – preguntó
Hannah desde la sala.
- No mamá, es solo un…
- Sí, soy Alex, Alexander Di
Rousseau – dijo el chico frente a él.
Ronald se quedó de piedra al oír
esas palabras, pero no podía ser una broma, allí estaba Alexander con un ojo
azul y el otro verde, ahora que lo miraba con detenimiento se había dado
cuenta. Su rostro sin duda era como el de una niña pero su cuerpo claramente no
lo era, al igual que su voz.
- ¡¡Alex!! – dijo Hannah
acercándose a ellos, en tono alegre – ¡¡¡cómo has crecido por Dios, hace diez
años que no te veía!! ¡¡¡Estás enorme!!! Eres igual a tu madre.
Todo ocurrió muy rápido, Alex
entrando a la casa de Ronald, las presentaciones, las preguntas de Hannah las
respuestas de Alex en tono amable y educado y el rubio completamente shockeado
¡su prometida era un hombre!
- ¿Mamá tu sabias que Alex era un
chico? – preguntó Ronald durante una pausa en la conversación que compartían
con un té.
- Por supuesto ¿a que no es un
chico apuesto?- Hannah sonrió mirando a Alex.
- ¿¡Entonces por qué me dijiste
que era una chica!? – dijo Ronald de mal humor.
- ¿Cuándo te dije eso? – la madre
de Ronald trataba de recordar en qué momento le había dicho eso a su hijo.
- ¿Cómo que cuando? ¡¡¡Cuando me
dijiste que sería mi prometida y que me casaría con ella!!! – Ronald no estaba
midiendo sus palabras, estaba de verdad molesto por todo, el había estado
esperando este momento con tanta emoción y de la nada le habían arrebatado a la
chica de la cual había estado enamorado por diez años.
Alex escuchaba con una ceja
levantada las palabras de Ronald.
Hannah miró a su hijo con asombro
y luego recordó.
- Tenias 7 años Ronald, no puedo
creer que te lo hayas tomado en serio – dijo Hannah algo avergonzada, luego
miró a Alex y continuó – Cuando tu madre y yo íbamos a la preparatoria prometimos
que algún día nuestros hijos se casarían el uno con el otro, pues bien, yo me
casé y quede embarazada casi enseguida y tuve a Ronald, luego un año después tu
madre iba a dar a luz a un hijo también, y creímos que sería una niña, así que
estábamos emocionadas e hicimos todo tipo de planes… bueno estábamos entusiasmadas
– Hannah se rascó la mejilla – Luego naciste tu y fue evidente que no podríamos
hacer que nuestros primogénitos se casaran – ella rió un poco – pero siempre
estuvimos bromeando al respecto.
- ¿A qué te refieres con
bromeando al respecto? – preguntó Ronald aun de mal humor.
- En una visita que le hice hace
algunos años, diez para ser exactos nos acordamos de eso de nuevo y lo
estuvimos conversando, luego regresé a casa trayendo una fotografía tuya y se
la entregué a Ronald diciéndole que eras su prometida Alex y que al cumplir
ambos 17 se conocerían y se casarían una vez fueran más grandes, pero la verdad
es que no creí que él se lo tomara tan en serio o lo recordara aun hoy. –
Hannah suspiró al terminar su relato.
Ronald la miraba estupefacto,
Alexander miraba a ambos, al comienzo algo molesto ya que se sintió ofendido al
ser confundido por una chica en la fotografía, pero luego miraba la situación
algo divertido por la obvia actitud molesta de Ronald. Molesta y avergonzada.
- ¡Deberías conocer los limites
de hasta donde puedes bromear! – Ronald estaba furioso, pero cuando notó que
Alexander lo miraba se sonrojó y agachó la mirada avergonzado por todo el
alboroto que había hecho, pensando que seguramente ahora el chico frente a si
creía que él era un tonto.
Luego de la cena Alex subió con
Ronald a la habitación de este último que, desde ese día y hasta que terminara
el año escolar, ambos compartirían.
- Siento mucho la escena que hice
hace un rato – dijo Ronald sentándose en la cama y mirando a Alex algo
avergonzado.
- No te preocupes, está bien, lo
entiendo, fue solo un mal entendido – Alex acomodaba su ropa en el espacio que
le había hecho Ronald, mientras hablaba.
Ronald suspiró, Alex lo miró
extrañado.
- Quizás tu no puedas entender
como me siento – continuó hablando Ronald, sin mirar a la cara a su compañero
de habitación, solo mirando sus pies – Desde que vi tu fotografía y escuché las
palabras que me había dicho mamá solo pude pensar en esforzarme para ser a
futuro un buen hombre capaz de cuidarte y hacerte feliz, por eso trate de sacar
buenas notas y ser una persona responsable. El rostro en la fotografía era tan
lindo y dulce que me imaginé que solo podía pertenecer a alguien agradable y de
buenos sentimientos, por eso quería ser la mejor persona.
Al escuchar las palabras de
Ronald, Alex pasaba desde el sentimiento de lástima por ese chico al
sentimiento de molestia según las palabras que iba escuchando. Siempre le
estaban diciendo que tenía rostro de niña y eso jamás le había gustado, aun así
no podía evitar sentir algo de aprecio por esas palabras.
- Alex fue mi primer amor y
resulta que nunca existió – terminó diciendo Ronald.
Luego del baño, Alexander llegó a
la habitación de Ronald con el pijama puesto, o más bien medio pijama, ya que
solo se había puesto el pantalón de este.
- Espero no te moleste que duerma
así – dijo Alex metiéndose a la misma cama que Ronald.
- ¿Vas a dormir conmigo? –
preguntó Ronald sorprendido por ese hecho, pero aun mas sorprendido por los
músculos marcados en el abdomen de Alex, sin duda por algún deporte que
practicaba.
- No veo otra cama en la
habitación, además… - Alex lo miró con algo de burla – soy tu prometida ¿o no?
El corazón de Ronald comenzó a
latir más rápido al oír esas palabras, luego se regañó a sí mismo por ponerse
así, después de todo Alex era un chico y a él no le gustaban los chicos.
Al despertar, Ronald vio un
rostro dormido bastante lindo junto a él. Es más, se dio cuenta que lo estaba
abrazando. Poco a poco se apartó de Alex y retiró su brazo de encima de él
antes de que se despertara, probablemente no le iba a gustar nada a su
compañero de habitación el notar que lo estaban abrazando mientras dormía.
El rubio se quedó un momento
observando al chico. Ahora que estaba dormido podía notar con claridad sus
facciones, sus largas pestañas, sus labios ligeramente entreabiertos de color
rosa, su rostro estaba relajado, ya no era serio ni burlón, por lo que no podía
evitar notar el encanto.
- Sin duda es lindo – murmuró
Ronald sonriendo, luego se asustó de sus propias palabras y se levantó de la
cama para tomar una ducha e irse a la escuela.
Los días fueron pasando,
finalmente llegó la cama de Alex a casa y ellos continuaron durmiendo en la
misma habitación pero en camas separadas. Alexander era muy servicial, ayudaba
en las labores de la casa, ayudaba en las tareas a Jill, y era amable con
todos, solo parecía alterarse o molestarse cuando alguien hacia comentarios
acerca de su rostro de niña, pero en casa no ocurría eso muy a menudo.
Una tarde al terminar las clases,
Ronald caminaba con Saine y Roxte hacia la salida de la escuela.
- Ronald tu mamá me contó que
Alex estaba viviendo en tu casa – dijo Saine.
- ¿Que qué? ¿Cómo es que mi mama
te contó eso? – dijo Ronald algo preocupado, aun no le contaba a sus amigos el
chasco que había pasado con Alex.
- Me la encontré en la tienda y
estuvimos conversando.
- Que mal amigo Ronald, no nos
habías dicho que habías conocido a tu prometida – dijo Roxte en tono burlón -
¿es muy fea?
- No se trata de eso – dijo
Ronald cabizbajo.
- ¿Tiene mal carácter? – preguntó
Saine.
- No, es agradable, inteligente,
ayuda en casa y se lleva bien con todos… el problema es otro…
Ronald no terminó de hablar
porque vio a la entrada de la escuela a Alex que lo estaba esperando, llevaba
el uniforme de su escuela. El chico le sonrió al verlo, lo que le produjo a
Ronald casi un ataque al corazón, hasta el momento no había visto sonreír a
Alex y en realidad fue una grata impresión.
- ¿Quién es ese chico que te sonrió?
– preguntó Roxte. Estaban a unos 3 metros de Alex.
- El es Alex, Alexander… todo el
tema de la prometido fue una confusión – dijo apenado el rubio.
- ¿Me vas a decir que tu
prometida es un chico? – preguntó Saine sorprendido.
- Ya te dije fue un error…
Roxte comenzó a reírse sin
control, diciendo:
- ¡¡No lo puedo creer, es un
chico y tu guardabas su fotografía como un tesoro, casi la idolatrabas y es un
chico!! Jajajaja
- ¡¡Ya cállate!! – dijo Ronald
dándole un codazo a Roxte y otro a Saine quien también se reía de forma
exagerada. Habían llegado junto a Alex que los miraba empezando a molestarse.
- Pero una cosa es cierta, él es
lindo – agregó Roxte tratando de contener la risa, al igual que Saine.
El rostro de Alex estaba ahora
serio, no sabía de que hablaban los chicos que estaban con Ronald, pero tenía
la impresión de que era de él y eso no le gustaba.
Finalmente Alex y Ronald se
marcharon.
- ¿Por qué estás aquí? – preguntó
Ronald. Ambos caminaban a casa del rubio.
- Tu madre me dijo en la mañana
que pasara por ti a esta hora para que juntos hiciéramos las compras de la
cena, porque ella no podría, está muy ocupada y llegará tarde a casa, además
hay que recoger a Jill y yo no sé donde es.
- Entiendo. Eso quiere decir que
también debemos hacer la cena ¿cierto?
- Así es. – Alexander iba serio
caminando junto a él, mirando al frente.
- Respecto a lo que sucedió hacer
un rato, me quiero disculpar. Mis amigos sabían de Alex, quiero decir de lo que
yo creía que pasaría y me estaban preguntando acerca de eso.
- Les dijiste que yo era Alex y
por eso se reían ¿verdad? – Alex lo miró serio, Ronald asintió apenado, a lo
cual Alexander sonrió con algo de ternura, provocando de nuevo esa sensación en
el pecho y el estómago de Ronald. – supongo que se reían de ti y no de mi –
continuó Alex.
Al rubio ese último comentario no
le pareció tan lindo.
- Se burlarán de ti un poco y
luego se les pasará. Son tus amigos después de todo, deberás aguantarlo. Pero
sabes… debes reconocer que es gracioso.
- Sí, soy un idiota, lo sé –
Ronald suspiró – Un gran idiota, además los matrimonios arreglados ya no se
usan. Es que cuando vi esa foto pensé que nunca había visto una niña tan bonita
en mi vida y me ilusioné hasta…
- Soy un chico – interrumpió
Alex.
- Lo sé, lo sé, pero en esa foto…
- Esta bien, reconozco que cuando
era niño tenía cara de niña, pero debes aceptar la realidad.
Ronald evitó comentar que aun
tenía cara de niña, pero su rostro lo delató.
- ¿Tienes algo que agregar? –
preguntó Alex levantando una ceja.
- Ah, que… - el rubio agachó la
cabeza – siento como si la chica de la cual estuve enamorado toda mi vida se
hubiese ido con otro – lo miró de nuevo.
- ¿Como si se hubiera ido
conmigo? – el tono de voz era de Alex estaba teñido con algo de burla, pero su
mirada era compasiva.
- Si, algo como eso.
- ¿Quieres decir que ahora soy tu
rival?
- Mmmh…
Alexander le revolvió el cabello.
- No seas condescendiente
conmigo, soy mayor que tu – dijo Ronald algo mosqueado y también confuso porque
ese contacto lo había hecho sentir una extraña sacudida en el estomago de
nuevo.
- Pero soy más alto – dijo
Alexander riendo.
Hicieron las compras, fueron por
Jill y al llegar a casa prepararon la cena.
De esa manera transcurrían los
días. Alexander ya se sentía como parte de la familia y los Knox lo veían de la
misma forma.
Poco más de un mes de estar en
aquella casa, a la hora de la cena preparada por Alexander, Hannah dijo:
- Alexander, en serio, esta
delicioso. Deberías casarte con Ronald y convertirte en mi hijo.
- ¡¡Mamá déjate de bromas, a mi
no me gustan los hombres!! – dijo Ronald luego de escupir su comida
Alex solo sonrió, ya se había
acostumbrado al sentido del humor de Hannah.
La sonrisa de Alex hizo sonrojar
a Ronald.
- Pero es que él es adorable, es
atento y mejor cocinero que tú.
- Mamá…
- Ah, ya se… Alexander podría
casarse con Jill cuando sean mayores ¿Qué les parece?
- A mi me gustaría casarme con
Alex – dijo Jill abrazando al pelinegro.
- Ves, ya esta ¿Qué opinas Alex?
- Por mí no hay problema – dijo
el aludido acariciando el cabello de Jill y mirándola con ternura.
- ¡¡Pero es que acaso están
locos!! Jill es una niña, tiene 10 años ¿Cómo va a casarse con él?
- Son solo 6 años de diferencia
Ronald, y en 10 años más eso no se notará en lo absoluto. ¿O estás celoso de
que tú hermana te quitara a tu prometida? – Hannah comenzó a reír.
Alexander no dijo nada, pero su
rostro se puso serio. Ronald pensó que seguramente se molestó por el hecho de
que lo estuvieran llamando chica. Ya había notado que era muy sensible al hecho
de que hicieran comentarios acerca de su rostro de niña.
Al día siguiente Ronald llegó de
la escuela algo cansado un poco más tarde de lo usual, no había nadie en casa.
Media hora después Alexander regresaba del parque con Jill, ella estaba feliz y
entusiasmada por la entretenida tarde que habían pasado.
- Gracias por el paseo – dijo
Jill sonriendo, se colgó del cuello de Alex y le dio un beso en la mejilla,
luego se fue a su habitación.
- ¿Qué significa eso? – preguntó
Ronald, quien los había visto.
- Eh, nada, ella se despedía –
dijo Alexander caminando a la habitación que compartía con el rubio.
- ¿Le hiciste algo a mi hermana?
– Ronald le pisaba los talones prácticamente. Ambos habían llegado a la
habitación.
- ¡Claro que no le hice nada!
¿Crees que soy un pedófilo pervertido o algo como eso? – Alexander se oía muy
molesto.
- Es que ese beso…
- Ella siempre besa mi mejilla
cuando le gusta algo que hago.
- Pero… aquello del compromiso y
casarse… todo eso…
- No estarás pensando que alguno
de nosotros se toma eso en serio ¿verdad? En 10 años más lo más probable es que
Jill esté enamorada de alguien de su edad. ¿Quién esperaría por 10 años?
Ronald miró el suelo al oír las
últimas palabras de Alexander. Este notó que sus palabras habían afectado al
rubio.
- Lo siento Ronald, se que tu… -
Alexander se acercó a su compañero de habitación – lo que quiero decir es que
no tienes nada de qué preocuparte, jamás le haría algo a tu hermana y eso del
compromiso nadie se lo toma en serio, creo que solo tú.
Ronald levantó la vista hacia
Alexander y retrocedió un paso hasta quedar afirmado en la puerta de la
habitación.
- ¿Qué ocurre? ¿Te pongo nervioso
o te doy miedo? No te golpearé o algo así – Alex sonrió divertido.
- No es eso… es solo que yo me
puse algo celoso, es todo.
- Tranquilo, no te quitare a tu
hermanita ni a tu madre, ellas son amables conmigo pero eso no significa que
este quitándote el lugar que te corresponde…
- No es eso a lo que me refería.
Cuando mamá dijo que podías casarte con Jill yo…
- ¿Ronald? – Alex enarcó una ceja
– Si sigues pensando en mi como Alex tu prometida, la niña que creíste ver en
una foto vamos a tener problemas.
- ¿Y crees que no lo sé? Pero no
puedo evitarlo y no pienso en ti como la niña de la foto, eso es lo peor de
todo, tengo bien claro que eres un hombre y a mí no me gustan los hombres, pero
no sé por qué tu… - Ronald se oía desesperado y profundamente avergonzado.
Alexander se acercó más a Ronald,
sus rostros quedaron a escasos centímetros.
- Dime Ronald ¿me ves como la
niña de la foto o me ves como un hombre?
Ronald se puso visiblemente
nervioso y sonrojado al extremo.
- Te veo como Alexander, el chico
que comenzó a gustarme desde que vi tu rostro dormido al despertar junto a ti.
Alexander se acercó a los labios
de Ronald y depositó en ellos un beso tierno, que poco a poco fue ganando en
intensidad.
- ¿Que…? – Ronald quiso preguntar
qué significaba eso pero Alex puso sus dedos sobre los labios del rubio
impidiéndole hablar.
- Creo que también me gustas,
esos sentimientos que me dijiste tenias por la persona de esa fotografía y lo
que te habías esforzado por ser una persona digna de quien habías idealizado, supongo
que eso me atrajo, y descubrí que me gustaría que alguien me amara de esa
manera. Dime Ronald ¿podrías quererme de esa manera?
El rubio estaba realmente
sorprendido, no esperaba esas palabras saliendo de labios de Alexander.
- Yo… yo… - al ver el rostro de
Alex, Ronald sucumbió totalmente. Es que el rostro del más joven estaba
sonrojado y su sonrisa por primera vez era tímida. Siempre le había visto tan
seguro de su mismo, confiado y maduro que no imaginaba que podría adquirir esa
expresión. La chica que él había idealizado, esa Alex que él había amado desde
los 7 años, ella si podía adquirir esa expresión. De hecho así se la había
imaginado muchas veces si se hubiesen dado un primer beso. – Tú me gustas –
Ronald rodeó el cuello de Alex con sus brazos y lo beso de manera algo
demandante, para sorpresa del menor.
El beso fue interrumpido por la
voz de Hannah que los llamaba desde el comedor a cenar. Se separaron algo
nerviosos. Se sentaron a la mesa tratando de actuar con naturalidad.
Esta situación se extendió
durante una semana, esa falsa normalidad con la que se trataban frente a todos,
mezclada con alguno que otro beso que se daban en la habitación cuando estaban
a solas.
Para Ronald era un poco más
difícil actuar con normalidad, a diferencia de Alexander que lo trataba como si
nada frente a Hannah y Jill.
Una tarde después de clases se
encontraban a solas en casa. Alexander estudiaba en la habitación que compartía
con su ahora no oficial novio. Ronald, al verlo tan concentrado, le tomó una
fotografía.
- ¿Por qué hiciste eso? –
preguntó Alexander sorprendido.
- Para cambiar la fotografía de
la billetera – contestó Ronald sonriendo.
Alexander sonrió también y se
puso de pie, se acercó al otro chico para depositar un beso en sus labios. El beso
se fue haciendo poco a poco más demandante y apasionado. Ambos terminaron
recostados sobre la cama de uno de ellos. Las manos de ambos recorrían el
cuerpo del otro y el beso les robaba el aliento.
- No… no podemos seguir, podrían
descubrirnos – dijo Ronald tratando de apartar de encima de él a Alexander.
- Tía Hannah y Jill no están,
nadie nos descubrirá.
- ¿Está bien así?
- Por supuesto, prometo que seré
gentil.
- ¡¡¿Qué?!! ¿Quieres decir que
seré el pasivo?
- Claro ¿Qué esperabas?
- Pero… yo soy mayor…
- ¿Y eso qué? – Alexander le
sonrió de manera seductora y comenzó a tocarlo estimulando aquellas áreas que
sabía lo provocarían mas – Solo dime si te duele.
- ¿¡¡Que qué?!! No, espera, ya
estoy asustado…
- ¿No confías en mi? – el tono y
el rostro de Alexander fueron una mezcla de tristeza, decepción y ternura que
hicieron flaquear a Ronald en su decisión.
- Si confío – con esas palabras
Ronald selló su destino esa tarde, él sería la “prometida” en esa relación, que
ambos esperaban durara por el resto de sus vidas.