martes, 30 de abril de 2013

Some colours


La vida, delicado e incorrupto lienzo, que se le otorga a cada ser, quien a través de los recuerdos, dará los colores y matices, que con el tiempo, dejaran una marca, no solo en su lienzo, sino el de otros que le rodean
Pero una pintura, debe ser protegida, y algunas son enmarcadas elegantemente, mientras que otras en el descuido, se desgastan con facilidad, quedando en el olvido…

Una risa cantarina, interrumpieron aquellas reflexiones, girando su cabeza se encontró con aquellos ojos azul profundo, un pálido rostro, enmarcado con suaves rizos negros, que se movían alegremente al compas de la risa de la pequeña.

No era para menos, festejaba su Quinto aniversario de vida, junto con su gemelo, el cual aparentemente la continuaba buscando

Sin decir una sola palabra, fue levantada entre los brazos del joven mayordomo, quien adivinando sus intenciones, la llevo a un sitio, donde Alexander,  no pudiera encontrarla con facilidad.
Después de todo, su principal ocupación, era cumplir, cada uno de los caprichos de los herederos de la familia

Los pequeños, nunca cuestionaban la autoridad de sus padres, y de los sirvientes que los cuidaban, no encontrando así, un solo defecto en la vida, que hasta ahora habían llevado.

Ambos se refugiaron en la biblioteca, en total silencio. Yue, se percato que, Monserrat lo observaba fijamente, últimamente, lo hacía y cada vez con más frecuencia, sus dedos llenos de pintura recorrieron la nariz del mayordomo, quien sin inmutarse, permanecía inmóvil

-¿Por qué tus ojos son rojos?-pregunto de repente, con un tono de voz serio y reflexivo

-¿Acaso esto les disgusta a mi dama?-cuestiono él, un tanto intranquilo. La chiquilla solo agito su cabeza, en señal de negación, agachando un poco la mirada, en forma de disculpa por su indiscreción

-Es que, ni papa, ni mama, ni Alexander tienen los ojos tan…-su voz relucía un poco del temor, pero sobre todo la curiosidad que la invadía

El mayordomo suspiro. Sabía que era cuestión de tiempo, para que los niños de alguna forma, comenzaran a percatarse de la verdadera naturaleza, que aquel ser que los protegería incluso con su vida, no era humano
-Temo, que eso no puedo revelarlo mi joven dama, lo lamento-susurro depositándola suavemente en el sofá. Monserrat, ladeo la cabeza incrédula, sin agregar algo más, Yue abandono la habitación

En la noche, un enorme pastel, con cinco pequeñas velas, adornaba el salón principal, los regalos lo rodeaban y los gemelos, sentados en el lugar de honor,  eran festejados por la familia

Cuando Yue se acerco, Monserrat desvió la mirada sonrojada, su hermano, ajeno a lo sucedido, solo sacudió la cabeza,  acercándose al mayordomo y recibir el trozo de tarta

La pequeña celebración, transcurrió con tranquilidad, y después de agotar sus energías, los gemelos se retiraron a descansar

Cuando se percato de que su hermano dormía, la pequeña se deslizo de la cama que ambos compartían, retirando con cuidado algo de su baúl

Aun con el temor infantil que tenia a la oscuridad, se armo de valor y comenzó a recorrer los pasillos de la mansión, en su búsqueda, tratando de que, lo que protegía entre sus brazos, no cayera

Justo en la escalera se topo con él, pero antes de que Yue pudiera decir algo, estiro sus manos.

-Disculpa Yue, yo no quería hacerte enojar-dijo conteniendo algunas lagrimas que amenazaban por brotar de sus ojos.

-Pero ¿Por qué me enojaría con usted?-el solo levanto una ceja aunque con delicadeza recibió lo que ella le estaba ofreciendo

-Porque te pregunte algo malo, lo siento mucho-contesto ella escondiéndose entre las piernas del mayordomo

Yue tenía la intención de reprenderla por haber escapado de su habitación, pero al verla en ese estado, decidió averiguar qué era lo que ella le había obsequiado

Era un intento por demás pueril, de un retrato suyo. Sin proporción alguna, o siquiera un acercamiento real, de su persona, de ese garabato resaltaba un par de enormes ojos rojos, que ocupaban la mayor parte del rostro

Monserrat  apenada, observaba las reacciones de Yue, el cual aun analizaba el dibujo

-Es que el rojo es mi color favorito, y los ojos de Yue, son los más hermosos que conozco-exclamo, tratando de justificarse

Mas que sorprendido, el joven mayordomo se inclino a la altura de la pequeña

-Aun no entiendo, porque usted se tomaría la molestia de obsequiarme algo, y mucho mas, en este día que es su festejo-susurro acariciando las mejillas sonrosadas

-Es que, nunca hemos festejado el cumpleaños de Yue, que siempre nos cuida y ayuda en todo y pensé que, también tiene derecho a recibir regalos, tarta y muchas felicitaciones-contesto la pelinegra sonriendo alegremente

Yue alcanzo una de sus manos y deposito en ellas un suave beso de agradecimiento, era la primera vez, quizás en décadas, que alguien lo consideraba algo más que un sirviente, entendiendo, que para su joven ama, no importaba si él era un demonio, solo quería que él, disfrutara junto con ellos
Ambos sonrieron, quedando arreglado el asunto

El tiempo transcurrió, ahora Yue vivía, con la que consideraba su único y verdadero amor, libre de ataduras de servidumbre, de vez en cuando regresaba a la mansión Di Rousseau, para visitar a quienes fueran sus antiguos amos

-Miren a quien trajo el viento-exclamo una voz detrás suyo, Yue al darse vuelta se encontró con aquellos ojos azules, el rostro de Monserrat, era ya de una mujer, pero conservaba la misma mirada soñadora

Los gemelos, así como los hermanos que los presidieron, habían formado sus propias familias, siendo sus hijos quienes ahora, corrían en los jardines, riendo y saltando libremente

-No podría perdonarme, sino la felicitara a usted y su hermano, en su vigésimo cumpleaños-respondió el, sonriendo perfectamente, sus facciones seguían intactas, pero en su corazón había nuevos recuerdos

-Como siempre tan servicial, vamos que sabes que hoy también, al menos yo te festejo-la pelinegra jalaba con suavidad las mejillas del mayordomo, costumbre que al parecer nunca desaparecería

Caminando por los jardines, observando de cuando a los niños de ambos, de manera improvisa Monserrat detuvo su paso

-¿Recuerdas cuando te regale aquel intento de retrato tuyo?

-Sí, y aun le conservo como uno de mis grandes tesoros

-El motivo por el que lo hice, fue que a pesar de que en la mansión, había retratos de todos sus habitantes, faltaba el tuyo, y bueno los años y la experiencia pulen un poco el talento-al decir esto, le mostró ahora un cuadro en donde la imagen de Yue se reflejaba  con mayor claridad

De la misma forma, tomo sus manos y deposito en cada una un beso, ambos se sonrieron, compartiendo un secreto que solo ellos conocían, separándose poco después para unirse a la celebración que acontecía en el comedor.

Quizás no fuera el más hermoso retrato que hubiera visto de sí mismo, pero comprendió, que su existencia, era valiosa, por ser considerado importante, para varios artistas que aun seguían esbozando dentro de sus lienzos


domingo, 28 de abril de 2013

The Only Exception


Hoy es el primer día de escuela y yo me salté las últimas clases para pararme sobre un puente y lanzarme por él. Miro el vacío y una canción se me viene a la mente.

Mi nombre es Evangeline Quantiore, tengo 16 años, casi 17. Vivo con mi hermano Antare, quien es 10 años mayor que yo, él ha cuidado de mí y me ha criado desde que tengo 2 años. Ese fue el tiempo en que nuestros padres murieron

Cuando tenía apenas dos años y mi hermano 12, fuimos víctimas de un secuestro junto a mi madre, por supuesto que pidieron rescate por nosotros. Nuestra familia era relativamente acomodada. Tenían dinero y los secuestradores querían ese dinero. 

No tengo muchos recuerdos de mis padres, si me querían o no, si me cuidaban o consentían. Según Antare, siempre he sido una niña consentida. Pero en el momento en que parecía todo estar perdido nuestro padre no escatimó en gastos para recuperarnos.

No sé exactamente como fue o quien se salió de lo pactado, lo único que recuerdo con claridad es que me encontraba oculta en el asiento trasero de un auto. Recuerdo el olor del material de los asientos, recuerdo gritos y fuertes explosiones, que ahora estoy segura eran disparos. Recuerdo también el cuerpo de mi hermano tratando de ocultar el mío, su calor, su estremecimiento y sus claras intenciones de no dejarme ver lo que ocurría. Últimamente recuerdo otra cosa, o quizás solo es una imagen de mis sueños, o imaginación, no lo sé, pero recuerdo el rostro de mi madre girar hacia nosotros desde fuera del auto, mirarnos con dolor, como tratando de acercarse y su mano ensangrentada apoyándose en la ventana del auto, resbalando, hasta perderse. Recuerdo el olor del combustible, mezclado con el olor de la sangre.

Después de eso solo tengo vagas imágenes de personas llevándonos de un lugar a otro.

Antare manifestó el firme propósito de cuidarme siempre, eso también lo recuerdo.

Comenzamos a vivir con nuestros tíos paternos. El hermano de nuestro padre y su esposa cuidaron de nosotros por tres años. Nunca intentaron llenar el vacío que dejaron nuestros padres, creían que con darnos tres comidas al día y algo que vestir ellos cumplían con creces con la memoria de los muertos.

En realidad ellos jamás desembolsaron nada, el dinero con el que nos alimentaban y vestían era el que habían dejado papá y mamá. Eso nos duró tres años.

Cuando yo tenía 5 años y Antare 15 el dinero se terminó y las buenas obras de nuestros tíos también. Ellos hubiesen vendido la casa que habíamos heredado de nuestros padres si hubiesen podido, afortunadamente no fue así, y cuando ya fuimos un estorbo Antare me tomó de la mano y nos mudamos a nuestra antigua casa.

El entró a la preparatoria y se consiguió un trabajo y yo fui a parar a la guardería. Pero estábamos juntos y él seguía manteniendo la firme convicción de cuidar de mí. En realidad yo apenas si me daba cuenta de las carencias porque él jamás permitía que las notara, ya fueran afectivas o materiales. Crecí amando a mi hermano más que a nadie, él era mi padre, mi madre, mi amigo.

No extrañe a mis tíos, yo era casi como una planta para ellos y era Antare quien siempre estaba allí para mi, el cambio fue favorable, al menos teníamos algo más de libertad.

En ocasiones me llamaba Error en lugar de Evangeline, sin ningún motivo en especial.

Al llegar de regreso a casa conocimos a tres chicos que vivían en la misma calle y asistían a la misma escuela que Antare, sus nombres eran Yukki, Brandom y Miguel. Los dos primeros eran menores que Antare y Miguel tenia la misma edad que él. Ellos y mi hermano se hicieron inseparables y yo me transformé en una especie de mascota para ellos, jugaban conmigo, me cuidaban o al menos lo intentaban y siempre estaban inventando formas de hacerme reír. A veces dudo de que si mis padres estuvieran con vida yo hubiese podido tener una infancia más feliz que la que pasé con ellos cuatro. Aunque no todo siempre fue perfecto, hubo problemas, hubo tragedias.

Una de esas tragedias ocurrió cuando yo tenía 7 años, en ese tiempo Antare tenía 17 años, además de una novia. Yo lo miraba con celos, algo de rencor, ella no me agradaba. No puedo decir con seguridad que era lo que me molestaba de ella, o si era un sexto sentido que me advertía en su contra, quizás solo eran simples celos de hermana menor consentida.

Un día ocurrió la tragedia, lo recuerdo, la ira de Antare, su pena, el llanto. Ella había quedado embarazada de mi hermano y se había sometido a un aborto. Eso casi destrozó a Antare, pero sus amigos estuvieron ahí y yo traté de consolarlo de alguna manera, con mis 7 años y sin entender con claridad que era lo que ocurría. Eran temas de adultos que escapaban a mi comprensión y desconocía muchos aspectos del tema. Ya más grande Antare me contó más detalles.

Dos días después de este acontecimiento Antare desapareció, yo no sabía nada de él y sus tres amigos tampoco, pero sé que lo buscaban. En ese entonces Yukki con 16 años ya vivía solo y me llevó a su casa para cuidar de mí.

Estuvo varios días desaparecido, muchos en realidad, y cuando al fin apareció estaba en muy malas condiciones, tanto físicas como psicológicas.

Supe que lo habían secuestrado, pero en esos tiempos no supe el por qué y lo que le hicieron. Mucho después me enteré que había sido secuestrado por órdenes de los mismos sujetos que asesinaron a nuestros padres, en venganza porque Antare los reconoció y terminaron en la cárcel. No tengo la certeza de cómo escapó, el nunca quiere hablar del tema, pero una cosa tengo por segura, y es que fue uno de los peores momentos de su vida.

No hablaba mucho del tema e incluso evitaba a los amigos con los que siempre estaba, con quienes pasaba las tardes haciendo locuras y acosándose unos a otros. Dos días después lo encontré en la tina del cuarto de baño con las muñecas abiertas cubierto por el agua color rojo sangre.

Me desesperé, lloré y corrí a buscar a alguien que me ayudara. Yukki vivía en la casa del frente y acudió a mis gritos. Más tarde se sumaron Brandom y Miguel. En una camioneta que habían comprado entre los cuatro un año antes fue llevado al hospital. Yo me quede en casa siendo consolada por Brandom.

Estuvo varios días en el hospital hasta que se estabilizó, y yo lo visitaba todos los días. Uno de sus amigos me llevaba. Me sentaba a su lado y lo contemplaba dormir, tomaba su mano esperando que despertara.

- Buen chico, buen chico – le decía, esperando que me escuchara.

Entendía el concepto de la muerte, pero no del suicidio.

Un día escuché a unas enfermeras decir que se lo llevarían a una institución mental para una evaluación. Miguel, Yukki y Brandom eran quienes recibían la noticia. Yo no entendía lo que era evaluación o institución mental. Los amigos de mi hermano protestaron pero el doctor les dijo que él estaba en un profundo estado depresivo.

- El intento quitarse la vida, – dijo el doctor – y es posible que lo intente de nuevo. No quiere seguir viviendo.

En ese momento junto a mi pasó Antare en una silla de ruedas acompañado de dos hombres que vestían de blanco. El no pareció verme, estaba ido.

Por mi cabeza pasaban las palabras del médico y en mi egoísmo infantil para mí solo significaba que mi hermano quería abandonarme.

Corrí hacia el gritándole y golpeándolo con puños y pies.

- ¡¡Antare, idiota!! – le grité sin dejar de golpear – ¡¡Querías dejarme sola!! ¡Tonto, tonto! ¡¡Querías morir para dejarme sola, te querías ir con papá y mamá!!

Sentí que alguien me apartaba y abrazaba, era Yukki, oculté mi rostro en su pecho y lloré. Antare apenas reaccionó a mis palabras y golpes, excepto por dos lágrimas que resbalaron por sus mejillas.

Después de eso Yukki me llevó a casa y me dejó en mi habitación para que tomara algunas cosas que pudiera necesitar ya que me quedaría de nuevo con él, en su casa.

Ya no lloraba, pero estaba enojada, triste, y me sentía como un estorbo. En ese momento pensé que no era importante para nadie, que no me quedaba nada.

Suspire reprimiendo un sollozo y miré a mi alrededor. Mi habitación, mis cosas, una gran cantidad de muñecos de felpa que me había regalado Antare para mis cumpleaños, mezclados con los que había recibido de sus amigos, algunas muñecas. Tome unas tijeras que había sobre una cómoda y comencé a tijeretear y apuñalar los muñecos, corte cabezas, desparrame su relleno por toda la habitación, las muñecas fueron desmembradas. Todo, absolutamente todo fue destruido. Parecía la escena de una masacre echa por los ratones la noche de navidad a los amigos del cascanueces.

Yukki llegó junto a mi cuando le arrancaba el corazón de relleno a un panda de felpa.

- ¡Evangeline! Ya… - dijo tratando de sonar tranquilizador, me abrazo de nuevo y me sacó de allí - ¿Por qué hiciste eso?

- ¿Antare ya no me quiere? – pregunte ignorando su pregunta.

- Por supuesto que te quiere – me respondió Yukki, mirándome a los ojos.

- Entonces por qué…

- Algo feo le pasó a Antare y eso lo hizo tener ideas locas en su cabeza, pero te quiere, y verás como pronto estará de regreso. ¿Ahora dime por que le hiciste eso a tus juguetes?

- Porque… ya no soy una niña y debo cuidarme sola, los grandes no tienen juguetes, no juegan – dije mirando la punta de mis pies, mordiéndome un poco el labio para no llorar por lo que decía, aguantando las lágrimas.

Yukki me levantó el rostro para que lo mirara, me sonrió con ternura y me dijo:

- Yo cuidaré de ti cuando Antare no pueda, así que no debes preocuparte y puedes seguir siendo una niña todo el tiempo que quieras, no necesitas cuidarte sola.

Al oír esas palabras mi labio tembló ligeramente y comencé a llorar ocultando mi rostro en su cuello. Su camisa quedó húmeda por mis lágrimas.

Me estuve quedando en casa de Yukki durante más de un mes, mientras Antare seguía encerrado en el psiquiátrico.

Miguel, Brandom y Yukki se turnaban para cuidarme en las tardes después de la escuela, llevándome en ocasiones a sus trabajos de medio tiempo. Ellos se habían convertido en parte de mi familia también.

Cuando Antare fue dado de alta y regresó a casa lo primero que hizo al verme fue abrazarme y pedirme perdón.

- Perdóname, lo siento Error – me dijo entre lágrimas – te prometo que no lo haré jamás, tu eres lo más importante para mí.

Al oírlo sonreí, supongo que con algo de ternura, y lo abrace también.

- Buen chico, buen chico – dije acariciando su cabeza.

Para mí el percance había sido olvidado, lo más importante era tenerlo de regreso, juntos en casa al fin.

Nuestra vida regresó a la habitual normalidad, si es que se puede llamar normalidad las constantes locuras que Antare y sus amigos hacían, eran desenfrenados, parecían querer devorar el mundo y yo solo me divertía observando, reía, siempre intentando salirme con la mía. Si, era una malcriada, a pesar que Antare traó de ponerme reglas cuando comencé a crecer y me castigaba de maneras muy originales, pero luego del castigo terminaba sintiéndose culpable y yo hacía un desmadre peor.

Los años pasaron, yo cumplía los 11 años, Antare ya estaba en la universidad y nuestros días eran una cosa extraña, mitad seriedad, mitad locura. Todo parecía bien, pero un nuevo hecho o una nueva tragedia vino a enlutar nuestros días felices.

Antare fue víctima de un nuevo secuestro y como yo estaba más grande percibí en todo su real significado lo trágico que eso era. Los mismos sujetos de la vez anterior habían ido por él de nuevo. Los secuaces de los tipos que continuaban en la cárcel. Obviamente la intención no era pedir rescate o matarlo, sino algo mucho peor y ahora, cuando lo pienso me estremezco y entiendo el por qué Antare tomó la decisión de quitarse la vida aquella vez.

Nuevamente pasé días siendo cuidada por Yukki, el fiel Yukki.

- Hola hermosa – me saludaba en las mañanas mientras yo miraba el tazón de cereal intentando no pensar en lo que le podía ocurrir a Antare.

Miraba a Yukki y mis ojos se humedecían, entonces el solo me abrazaba. Era en momentos como este en que él se ponía serio y me daba cuenta de lo importante que se había convertido para mí.

Cuando Antare apareció nuevamente, encontrado quien sabe como por sus tres amigos, porque fueron Brandom, Miguel y Yukki quienes lo encontraron, yo regresé a casa. Estaba feliz por tenerlo de regreso, pero también sentía tristeza por dejar a Yukki.

Mis ojos lo seguían cada vez más cuando él se reunía con mi hermano y sus amigos en mi casa, casi no podía evitarlo. Y con apenas 11 años tuve mi primera ilusión de amor con alguien 9 años mayor, y que como me di cuenta más adelante tenía otras inclinaciones sexuales.

Siempre veía a Yukki, Brandom y Antare que se molestaban y se insinuaban cosas, al igual que a Miguel, pero él tenía menos paciencia o no disfrutaba tanto de esos juegos. O quizás era el solo hecho de estar enamorado lo que le hacía evitar esos juegos.

Yo los observaba y reía porque nunca lo vi de otra manera más que como un juego.
Mi actitud con ellos no cambió, seguía participando de algunas de sus locuras, aunque ahora más cerca de Yukki que de Antare.

Cumplí 12 y luego 13, mi ilusión de amor, enamoramiento o lo que fuera continuaba allí.

Mi cuerpo comenzó a cambiar también, era bastante alta para mi edad y me desarrollé antes. Comencé a elegir mi ropa y ya no usaba tanto lo que Antare escogía.

Mis gustos se exteriorizaron a mi forma de vestir combinada un poco con el deseo de llamar la atención de Yukki. El color negro, el encaje, la ropa ajustada y el escote que Antare se esforzaba en ocultar utilizando cualquier excusa.

No quería ni me gustaba llamar la atención de otros chicos, solo quería que Yukki no me viera tanto como una niña.

Unos meses después de cumplir los 13 años, una tarde estando en mí habitación escuche voces y risas. Eran las voces de Antare y Yukki. Bajé de inmediato.

Cuando iba a mitad de la escalera pude ver a través de la puerta a los dos sentados en el sofá, abrazados y besándose, tocándose. Al parecer estaban ebrios, podía notarlo por el olor que provenía de la sala y la cantidad de botellas vacías que había alrededor del sofá.

No puedo definir lo que sentí. ¿Tristeza, angustia, decepción, miedo, rabia? Era una mezcla de todo eso y quizás más.

Sentí que unas lágrimas resbalaban por mis mejillas y como no quería que me vieran y preguntaran por qué lloraba salí de allí a la calle, a cualquier parte. Pero al salir de la casa choque de frente con Miguel quien venía llegando, seguramente pata unirse a la fiesta que habían iniciado mi hermano y Yukki.

Miguel al verme me preguntó de inmediato que ocurría mirando hacia el interior de la casa. No sé si vio o solo escuchó lo que mi hermano y Yukki hacían, pero me siguió y llevó a una heladería cercana a casa.

- Lamento mucho lo que viste, esperaba que este tipo de cosas no te espantaran o al menos no te sorprendieran tanto. Por tu reacción veo que no es así.

Miguel me miró esperando que le contestara algo, pero no dije nada, a pesar que ya había dejado de llorar.

- ¿Te preocupan las relaciones homosexuales? - me preguntó después de un par de minutos de silencio. Negué con la cabeza - ¿estás decepcionada de tu hermano?  - volvió a preguntar, tratando de entender mi reacción.

- No les digas que los vi, ni mi reacción – dije al fin.

- Pequeña, sé que no es fácil aceptar algo como eso, pero…

- No me importa – lo interrumpí – no me importa si es gay, no me importa si anda con otro hombre ¿pero por qué tenía que ser Yukki?

Miguel abrió mucho los ojos como si la verdad de mis palabras entrara por ellos.

- ¿Te gusta Yukki? – preguntó él, aunque era más una afirmación.

Lo miré con los ojos llorosos tratando de contener mis sollozos comiendo helado. Sin duda era una imagen de antología, atiborrada de helado con los ojos acuosos y mi labio temblando.

- Pequeña él es mucho mayor que tú, eres muy joven, una niña – dijo Miguel dando como respuesta afirmativa mi actitud.

- No soy una niña – dije una vez había tragado el helado.

Miguel sonrió con algo parecido a la ternura y me dijo:

- Esta bien, eres una adolescente, pero aun así el es demasiado grande para ti, no importa si tu cuerpo se ve como el de una chica mas grande, tu rostro sigue siendo el de una jovencita de 13 años, y a veces parece de 11.

- Lo sé – dije suspirando – y odio eso… aunque ahora da lo mismo, él y mi hermano tienen algo y no importa lo que yo haga, no puedo intervenir allí, pero eso no significa que no me duela.

Miguel me acompañó a casa ese día y no dijo nada respecto a lo que yo había visto o la conversación que habíamos tenido.

Dos días después los chicos se reunían para celebrar el nacimiento de los hijos de Miguel, el se había casado meses antes porque su novia estaba embarazada y los niños acababan de nacer. Ella y los gemelos seguían en la clínica, pero Antare y los demás no habían aceptado un no por respuesta y le hicieron una pequeña celebración, a la cual asistí porque era en mi casa.

Me encontraba con Antare, Miguel y Brandom en el patio de mi casa, cuando llegó Yukki con una chica de la mano. De inmediato miré a Antare esperando ver alguna reacción, pero él les sonrió como si nada. Luego miré a Miguel quien se encogió de hombros, dándome a entender que no sabía nada.

- Hola chicos, hola hermosa – dijo Yukki al llegar junto a nosotros – les presento a mi novia Estela, creo que solo Antare la conocía. Ellos son Miguel, el reciente padre, Brandom, y Evangeline, la hermana menor de Antare.

No sé si mi rostro demostraba mi sorpresa, confusión, molestia, o lo que fuera, pero al parecer si porque Miguel puso una mano sobre mi hombro.

- H-hola – saludé confundida.

Note que Estela me miraba de pies a cabeza, como estudiando las diferencias entre ambas.

- Que rostro de niña más tierno – dijo Estela, refiriéndose a mí, con un tono algo despectivo.

Noté que yo era un poco más alta que ella, e incluso estaba más desarrollada. Supongo que eso y el hecho de que Yukki me llamara hermosa la hizo indisponerse en mi contra, lo que se notó en el tono de voz. Y como no tengo mucha paciencia para ese tipo de cosas dije:

- Y supongo que este rostro quedaría mejor en tu cuerpo – sonreí con malicia.

Antare y Brandom tosieron tratando de simular una carcajada. Miguel miró hacia otro lado y apretó un poco más mi hombro.

La chica me miró feo y Yukki trató de quitarle importancia a la situación, riendo y desviando el tema.

- ¿Y hace cuanto son novios? - pregunté

- Hace una semana más o menos – dijo Yukki.

Al oír eso miré a Miguel y suspiré. Por la mirada que intercambiamos noté que el también había notado que Yukki estaba saliendo con la chica desde antes de que yo lo encontrara con Antare en la sala de nuestra casa.

Ese hecho me decepcionó aun más de lo que ya estaba.

Como Miguel era el único que sabía de la situación me acompañó durante toda la reunión, supongo que para confortarme o algo así, quizás lo hizo para que no comenzara a agredir verbalmente a Yukki o su novia, quien sabe, jamás le pregunté. Pudo haber sido que solo quería que yo estuviera bien, ya que este hecho ocurrió en el tiempo en que Miguel aun era feliz.

El tiempo continuó pasando, la relación de Yukki no duró mucho y me obligué a mi misma a dejar de pensar en él como algo más que el amigo de mi hermano. Tarde casi un año en olvidar todo eso, o más bien olvidarlo a él, dadas las circunstancias. O bloquear lo que sentía, sacarlo de mi sistema y convencerme a mi misma que en realidad no existen hombres buenos.

Está bien, exagero. Simplemente decidí que lo que quería era algo seguro, algo con garantía de que no me lastimarían o lo que fuera. Sé que es pedir demasiado, lo tengo claro.

A mis 15 años nos mudamos a una casa nueva, Antare tenía un trabajo en la Universidad como profesor de ciencias, aparte del trabajo que ya tenía en la escuela donde comenzaría a asistir ese año.

Yukki, Brandom y Miguel trabajaban en la misma escuela como profesores de literatura, matemáticas y ciencias respectivamente.

Entre a esta escuela nueva y conocí gente, comencé a relacionarme con otros chicos de mi edad, y a alejarme un poco de mi hermano y sus amigos. En la escuela eran los profesores y los trataba como tal, pero en casa eran un cuarteto de locos, según yo.

Los cuatro sin pareja, Miguel divorciado y los otros tres incapaces de mantener a alguien a su lado, o eso imagino, de otra manera no estarían solos.

Conocí a dos chicos agradables, Alexander Di Rousseau y Evan Rave, con ellos forme una banda que bautizamos como Lilium. Alex en la guitarra y Evan en la batería, yo en guitarra y voz. Según Antare mi talento musical es heredado, yo no lo aseguro.

A mitad del último año escolar un estudiante de último curso me invitó a salir, acepte porque no tenía nada más que hacer ese día, y a pesar que siempre mantenía cierta distancia, ese sujeto me pareció agradable.

Nada más alejado de la realidad, porque cuando estuvimos solos quiso propasarse y terminé golpeándolo donde más le duele a un hombre. Antare siempre se preocupó de que supiera defenderme sola.

La cita fue un desastre y terminé yéndome sola a casa. Pero el lunes siguiente cuando fui a clases me enteré de que el rumor de que mi cita había llegado a tercera base conmigo y que yo era una chica fácil circulaba por toda la escuela. Comenzó el acoso, las bromas de doble sentido, los murmullos cuando pasaba junto a las chicas, las miradas insidiosas y burlonas. Las chicas se alejaban de mí y los chicos se acercaban solo por un motivo.

La escuela dejó de ser divertida. Solo me quedaban Alex y Evan, mis únicos amigos, y los que creían en mí a pesar que yo prácticamente los había acosado por días para que se me unieran y formáramos la banda.

La única chica que me hablaba era Monserrat, la hermana gemela de Alexander y ese era todo mi círculo.

En un arrebato de rebeldía fui y me hice un tatuaje en el omóplato izquierdo con el carácter chino que significa demonio, recibí castigo por eso de parte de Antare, pero era mi cuerpo y podía hacer lo que yo quisiera con el. Al menos esa fue mi excusa.

Pero ahora, a mis 16 años, faltando poco más de un mes para cumplir los 17, y en el primer día de clases de mi último año escolar sigo sin haber tenido un novio jamás o incluso sin haber besado a alguien alguna vez.

Sigo usando el negro, el encaje y la ropa entallada, ya no para llamar la atención de alguien y que me vea como una mujer, sino porque me gusta y solo por eso. Me gusta como soy, como me veo y por eso lo hago.

En cuanto a un beso…quizás inconscientemente, en el fondo de mi corazón sigo esperando que ese primer beso sea como lo imaginé tantas veces con Yukki, y lo sigo esperando…

Nah, solo que no quiero besar a alguien solo por besarlo, quiero que sea con alguien que me guste. Demasiado romántico para una pseudo rebelde ¿medio psicópata? Bueno, lo de medio psicópata es un poco exagerado, ya que solamente he asesinado cruelmente a mis animales de felpa. Pero así pienso y así lo espero. Quizás algún día pase o quizás terminare siendo la niña de Antare hasta el fin de mis días…. Creo que no, quizás solo debo esperar.

Y en este momento cuando estoy en medio de un puente a punto de arrojarme desde el al vacío miro hacia atrás y veo a dos de mis compañeros allí. Uno de ellos es Roxte, con quien hable muy poco el año pasado, pero que ahora quien sabe por qué se me acercó, el otro es Ronald, un nuevo estudiante quien aun no está enterado de mi supuesto “oscuro pasado” y parece ser agradable.

Me saludan con la mano y Ronald señala su cámara con la que me graba. Les sonrío y me lanzo al vacío lanzando un grito, la cuerda elasticada con la que estoy atada al puente me sostiene y me eleva varias veces. Entonces pienso de nuevo en la canción The Only Exeption, y mientras mi estomago sube y baja en la caída me pregunto si así se sentirá estar enamorada y si algún día podre cantarle esa canción a alguien.
FIN

sábado, 20 de abril de 2013

Sentimiento Oculto parte 2


A la mañana siguiente un invitado inesperado llego a la mansión, se trataba de Leonard Freud, el mismo shinigami que había intentado llevarse a Jill, ahora volvía pidiendo refugio, Jill había compartido el almuerzo con el preguntándole cosas acerca del mundo shinigami, Saine lucia molesto y a Yue parecía no agradarle en absoluto que ese shinigami estuviera ahí de nuevo.

Saine se la paso hostigando a Jill reclamándole el hecho de que ella fuera encimosa, pero Jill se sentía incomoda ella solo tenía curiosidad, le había preguntado a Yue lo que ella quería saber, pero el mayordomo no podía responder absolutamente todo acerca de los shinigamis. Se molesto con Saine por decirle tales cosas, pero a la vez quería consultarlo con Yue, se sentiría muy mal con ella misma si el llegase a pensar lo mismo de ella.

Se sintió mejor cuando Yue le dijo que lo había hecho solo por curiosidad, aun así Saine siguió hostigándola, pero repentinamente se debilito, había perdido demasiada fuerza sin notarlo al ir a rescatar a Jill, Yue trato de hacer algo por el compartiendo algo de su sangre, como resultado, Saine obtuvo un cuerpo solido, dejando de ser solo una presencia astral.

Por medio de Leonard Saine se entero que una antigua enemiga iba tras de Jill, Leonard había escapado del mundo shinigami después de recibir un castigo, y solo lo había hecho para poder advertirle del peligro que corría. Jill curo las heridas de Leonard, mientras que Saine decidió entrenar arduamente a Jill para que aprendiera a usar sus poderes como debía.

Jill intentaba hacerlo lo mejor que podía pero simplemente terminaba herida y no prestaba mucha atención, Yue la llamo a desayunar a lo que ella boto todo de inmediato para entrar a casa. Saine también estaba hambriento pero el mayordomo no le dio nada de comer, y le dijo a Jill que tampoco lo hiciera, pero la pequeña shinigami se compadeció y le dio un trozo de su pastel. Yue la descubrió y salió al jardín con un semblante muy serio.

Jill salió detrás de el abrazándolo por la espalda, temblaba al hacerlo, tenía miedo de que Yue se hubiera molestado con ella.

-          pequeña dama... haría el favor de soltarme... así no podre ir a la ciudad por mas ingredientes para la comida o la cena- le dijo mirando su reloj, tomo las manos de Jill haciendo que lo soltara

Jill sintió esta acción como una fría puñalada, se aferro de nuevo a él dándole a entender que no lo soltaría

-          llévame- le suplico- llévame contigo entonces
-          pequeña dama... tengo que ir yo solo, además al parecer no puedo dejar solo a Saine-san en la mansión, porque podría causar un gran cataclismo en este lugar, así que lo siento pero ni puedo llevarla... ordénemelo y solamente así la llevaré

Jill sintió mucha presión en su pecho, nunca jamás le había dado una orden a Yue, siempre le había pedido las cosas con amabilidad, aunque él fuera su mayordomo ella no lo veía así, pero... si lo dejaba marcharse no podría intentar arreglar las cosas para que dejara de estar molesto

-          yu..Yue.. es una orden... llévame a la cuidad contigo- dijo firme pero con dificultad- en cuanto a Saine... no te preocupes por él, estará tranquilo en cuanto beba el té
-          yes my lady- respondió Yue haciendo una reverencia ante Jill, haciéndola sentir aun peor, ella jamás había querido tratarlo como a un sirviente

Yue cargo a Jill y se adentro al bosque que rodeaba a la mansión, salto por las copas de los arboles usando su poder demoniaco, Jill se aferro a él acurrucada en sus brazos.

-          Jamás he estado en la cuidad- dijo tranquilamente, el mayordomo pareció ignorarla un momento
-          Mire hacia allá- le indico de pronto, la cuidad de alcanzaba a ver de lejos- eso es Londres, llegaremos muy pronto my lady

Cuando llegaron a las afueras de la cuidad Jill observo curiosa, lucia emocionada repentinamente, Yue sonrió de medio lado al verla alegre por algo tan simple como estar en la cuidad. Yue camino por las calles seguido de Jill la cual miraba todo atentamente.

-          Pequeña dama no se aleje de mi lado- dijo Yue quitándose los guantes y tomando a Jill de la mano, guiándola a través de la gente, Jill se sonrojo pero..de alguna manera le alegraba ser guiada así por Yue

Algo distrajo la atención de Jill, habían pasado frente a una tienda de juguetes, Jill se soltó un momento y se acerco al escaparate mirando atenta, Yue se acerco a ella y la cargo con un solo brazo, mucha gente los miro pero ella no puso atención en ello, se sentía cómoda ya que Yue la cargaba así cuando era más pequeña, ambos entraron a la tienda de juguetes, Yue bajo a Jill para que curioseara por ahí, ella al haber crecido tan rápido no había tenido muchos juguetes, y estaba maravillada al ver tantos como tenían  sus hermanas. Yue noto como Jill abrazaba dos peluches, un borrego y pequeño zorro, sonrió pensando en ella como una niña pequeña.

-          Desea esos peluches mi pequeña dama?
-          De verdad puedo tenerlos?- pregunto ella con ojos brillosos, Yue asintió y pago al dependiente por ese par de muñecos

Ambos salieron de ahí, Jill abrazo ambos peluches al tiempo que Yue la volvía a cargar con un brazo, el semblante del mayordomo lucia como antes, eso tranquilizaba a Jill, además aquel par de peluches, eran un regalo, y los primeros juguetes de ella que no eran sonajas de bebé.

Después de las compras Yue le mostro la cuidad a Jill desde la cima del big ben,  le mostro el rio y el palacio, y respondía a las preguntas de la curiosa shinigami, tanta emoción la agoto muy pronto por lo que Yue extendió sus alas y regresaron a casa, Jill se acurruco en el, Yue ya no parecía molesto aunque ... ella estaba en problemas debido a su desobediencia así que tendría que ponerse al corriente con sus lecciones.

Durante varias noches, Jill había tenido terribles sueños acerca de una mujer extraña con cabello color de oxido, la cual trataba de matarla, Jill despertaba asustada aquellos sueños parecían reales, había intentado ir a la habitación de Alexander, pero este parecía no pasarla bien tampoco mientras dormía, tenía miedo de volver a su habitación sola, así que opto por ir a la del mayordomo. Yue parecía agotado, Jill se metió a su cama con sigilo acurrucándose a su lado, se sentía segura estando ahí.

-          Pequeña dama se encuentra bien- le pregunto Yue al ver que esta conducta se repetía a diario
-          Aun tengo pesadillas con esa mujer
-          Pequeña dama ya le dije que yo la protegería a usted y a la familia
-          Aun así... si... si ella te hace algo.... yo no podría soportarlo
-          Es mi deber como mayordomo my lady
-          Yue, de verdad tienes un contrato con la familia?- le pregunto Jill aferrándose a el
-          Ya se lo había dicho a Bocchan y se lo responderé a usted, no tengo realmente un contrato con la familia ni con nadie pequeña dama

Durante las mañanas siguientes, despertar era un drama entero para Jill, Saine se empeñaba en dormir a su lado, pero una mañana algo fue diferente, Saine tomo los brazos de Jill y los sujeto con fuerza para inmovilizarla y así poder beber su sangre, Jill soltó un fuerte grito, el cual fue escuchado por Yue y Alexander, los cuales fueron de inmediato, Yue saco a Saine de ahí mientras que Alexander se quedo con su pequeña hermana.

Jill temblaba por lo que había sucedido, había sido repentino e incomodo, Alexander curo su herida, y trato de calmarla, Jill logro sentir la energía de Yue que rodeaba a su hermano, sabia de algún modo que Yue había bebido la sangre de su hermano, no pudo evitar encelarse un poco.

-          Acaso te gusta Yue?- le pregunto Alexander en un tono juguetón

Jill se sonrojo y asintió ligeramente, después lo negó y volvió a asentir, estaba confundida, o peor que eso. No estaba segura, el la veía como su pequeña ama solamente, o eso daba  entender, jamás la había juzgado por sus acciones, sin embargo era atento y amable con ella pero... lo hacía solo por ser un mayordomo? Además Jill tenía la duda de saber con quién tenía el contrato Yue, nadie de su familia parecía tener una marca así.

Alexander tranquilizo a su hermana , y le dijo que desayunaran, que habría tiempo para descubrir lo que de verdad sentía ya que aun era muy pequeña para eso.

Jill s sintió aun mas confundida, consideraba injusto que ella tuviera que sufrir de esa manera solo por no saber que quería, se encontró con Leonard e cual se encargo de distraerla durante el día, al menos hasta que una mujer extraña ataco la mansión, Saine al sentirla había regresado a hacerle frente, parecía que la conocía bastante bien.

Leonard parecía asustado ante la presencia de aquella mujer, Saine le pidió a ella que huyera, que ambos escaparan mientras el entretenía a aquella amenazante extraña, Jill dudo un poco, fue cuando Yue llego con ellos, tomo a Jill y salió de la mansión con ella y Leonard, tratando de mantenerla segura.

Aquella mujer parecía tener una obsesión con Saine, pero este se negaba a marcharse con ella, se negó rotundamente causando su ira, la cual intento desatar en contra de Jill y Leonard, Saine y Yue los protegieron, por lo que aquella mujer no tuvo más remedio que huir, jurando que regresaría cuando menos lo esperaran. Yue llevo a Jill y Leonard a la mansión, Saine entro con ellos, y no se despego de Jill en toda esa noche.

Por su parte Jill no estaba menos tranquila, despertó con horribles pesadillas durante las noche, aquella mujer había amenazado con matarla, y regresaría, Jill tenía miedo de cualquier sombra que se formara en su habitación, aunque se cubriera la cara aquellas pesadillas no paraban, eran tan reales para ella, 

La Historia deYue y Evangeline: Capitulo 8, final


Capitulo 8: La historia recién empieza

Habían pasado algunos meses desde que Evangeline y Yue estaban separados. Ella había mantenido la distancia, esperando que el demonio terminara su contrato y regresara para romper el pacto.

Yue continuaba sirviendo a una familia humana como mayordomo, y finalmente la curiosidad y el extrañarlo pudieron más que el orgullo de la súcubo, y eliminando su presencia decidió espiarlo. Lo que presenció el día que espiaba a Yue fue la muerte de su contratista y el fracaso del demonio de protegerla, porque interpuso la seguridad de la hijastra de su contratista por sobre la de su ama. Evangeline no pudo entender la actitud de Yue para con Elise Di Rousseau, la joven a quien había salvado.

La súcubo regresó a su hogar en el inframundo, con la esperanza de que Yue regresara, quedó demostrado que fue solo una vana esperanza.

Esperó algunos días en vano, Yue no aparecía. Uno de esos días, Evangeline se sentó en el suelo en uno de los pasillos de la mansión, apoyando su espalda en la pared. Pensaba en el mensaje que le había enviado a Yue, que al volver él, romperían el pacto ¿pero por qué quería romper el pacto? Al pensar en esto suspiró.

Tenía varias cosas claras, primero, lo extrañaba, segundo, sabía que lo que sentía por él se había hecho cada vez fuerte con los años, pero no quería ponerle nombre, le daba miedo definirlo. Tercero, quería romper el pacto y de esa manera si seguían estando juntos, que fuera porque ambos lo habían decidido. Ella no quería a un sirviente a su lado, lo quería como a un igual, que tuviera la libertad suficiente para aceptar o rechazar todo lo que a ella se le ocurriera.

- Soy rara – se dijo a sí misma en voz alta.

- Siempre lo has sido Error, ¿por qué te sorprende ahora? – le dijo Antare apareciendo a su lado.

- ¿Desde cuándo apareces en casas ajenas sin llamar? – preguntó Evangeline levantando una ceja.

- Desde siempre – dijo el mesías, sentándose a su lado – Tengo novedades.

- ¿Y deberían importarme? – la voz de la súcubo sonaba indiferente.

- Es acerca de Yue, así que imagino que sí.

Evangeline lo miró a los ojos, parecía estar interesada.

- Ha hecho un nuevo pacto con un humano.

La súcubo desvió la mirada y preguntó:

- ¿Con quién? – aunque ella ya imaginaba la respuesta.

- Elise Di Rousseau

- Hacer pactos es su manera de seducir supongo – dijo Evangeline con algo de amargura en la voz.

Antare la miró sin decir nada más al respecto.

- ¿Sabes que deberías hacer? – dijo Antare tomando su rostro y girándolo hacia él para que lo mirara – Deberías volver a entrenar conmigo Error.

- No quiero – dijo Evangeline soltándose del agarre de Antare.

El solo suspiró y se marchó de allí, aun era muy pronto quizás, para que las cosas entre ambos comenzaran a ser un poco como antes.

Una vez Antare se hubo marchado, la súcubo recordó como Yue había protegido a Elise durante el ataque al carruaje de su contratista, había sido de manera casi reverencial, tan similar a la forma en que en ocasiones pasadas la había defendido a ella.

- No volverá – susurró Evangeline. Sacó sus alas y se envolvió con ellas, esperando de esa manera que estas la protegieran de los pensamientos que inundaban su mente y la hacían sentir miserable.

El tiempo siguió pasando, tiempo en el que Yue y Evangeline seguían en la misma situación extraña, de casi nula comunicación. El orgullo de la súcubo le impedía buscarlo abiertamente ¿Por qué debía buscarlo ella si había sido él quien la había engañado y mentido, quien le había dicho que la amaba? Se preguntaba cada vez que el tema rondaba su mente y las ganas de verlo se hacían más frecuentes. Y como no recordaba el haber intentado matarlo, menos pensaba en buscarlo para solucionar las cosas.

Yue por su parte trataba de abstraerse del recuerdo de su joven ama a través de su labor de mayordomo, que no cesaba jamás. Además, si no rompía el pacto aun le quedaba esa leve posibilidad de saber de ella de vez en cuando, era su patético consuelo, creyendo que Evangeline quería deshacer el trato solo para no verlo más y de esta manera romper todo vinculo definitivamente.

Para Evangeline el pacto significaba que Yue tenía poco poder de decisión, y más que un lazo entre ambos, para ella era como una carga auto impuesta que la hacía dudar de las palabras de Yue. Para el demonio en cambio el pacto significaba un lazo irrompible que los uniría por la eternidad. Ella dudaba que Yue fuera sincero bajo el pacto, él temía jamás volver a verla y perder toda oportunidad de saber de ella, si el pacto se rompía.

Al cabo de unos años el ama de Yue murió, y este no pudo cumplir su labor de protegerla tampoco, fuerzas muy poderosas se la arrebataron, pero el quedó atado a la familia sin remedio. La antigua mansión de los Di Rousseau fue destruida, y la familia, incluido el mayordomo se trasladaron a otro lugar, y la súcubo les perdió el rastro.

Su sirviente, su demonio se había esfumado dentro del mundo humano y a pesar del contrato y el sello que compartían ella no podía localizarlo. Eso tenía varias explicaciones para ella. El contrato con la familia Di Rousseau se había hecho más fuerte que el suyo; Yue estaba demasiado débil para emitir un aura que ella pudiera percibir o simplemente él no quería ser encontrado.

Siguieron pasando los años, y Evangeline retomó su entrenamiento con Antare, pero no volvieron a vivir juntos. Yue mientras tanto cuidaba de la familia Di Rousseau y los descendientes de la difunta Elise, pero no había olvidado a su principal ama. De vez en cuando espiaba a Evangeline en los entrenamientos que ella tenía con Antare, ocultando su presencia para que ella no lo notara. La veía reír a veces junto al mesías y esto lo entristecía ya que no era él quien dibujaba sonrisas en sus labios.

Casi cien años pasaron, durante ese tiempo Yue ya cuidaba de una nueva generación de Di Rousseau, y Evangeline había decidido mezclarse con humanos, haciéndose pasar por uno de ellos había formado una empresa que se encargaba de traer al viejo continente las materias primas que se requerían para las manufacturas.

Tenía pensado que la cara visible de la empresa no sería ella, sino una sombra con apariencia masculina que había creado, o al menos esa era la idea original que tenía en mente cuando creó a su sombra a quien llamó Evan, pero lamentablemente el resultó ser demasiado inocente y confiado como para triunfar en el mundo de los negocios, por lo que optó encargarse personalmente del asunto haciéndose pasar por hombre.

Conoció a muchas personas y entendió un poco más la naturaleza humana. Fue así como un día, en una pequeña fiesta de hombres de negocios, donde ella usaba su vestimenta masculina, su cabello corto y un interesante bigote postizo, un joven lord que estaba haciéndose cargo de los negocios de su padre se le acercó. Alexander había oído hablar de las empresas Rave y sabía que era un negocio que no podía dejar pasar por lo que se acercó al supuesto administrador de Evangeline Rave, quien conversaba con un grupo de hombres acerca de las bondades de los territorios americanos, africanos y asiáticos que la proveían de tan buena materia prima.

El demasiado joven Alexander saludó amablemente, y probablemente Evangeline no lo hubiera tomado muy en serio con sus propuestas, ya que parecía un poco fuera de lugar entre tanto hombre experimentado, de no haber sido porque percibió un olor familiar en él, el aroma de un demonio al que conocía muy bien. Entonces Alexander sonrió de una manera particular, una sonrisa como esa ella la había visto antes en un demonio a quien no veía hacia décadas.

- Alexander Di Rousseau – dijo el joven – es un placer.

La súcubo de inmediato lo reconoció como un descendiente de Elise, el joven incluso se parecía un poco al padre de ella. Aunque ella no tenía pensado en ese momento iniciar una sociedad prometió tener una reunión con el joven Alexander, y más aun, prometió la asistencia de Evangeline a la mansión.

Luego de este encuentro, la súcubo siguió al joven a la mansión Di Rousseau, notó que estaba protegida por un fuerte campo de energía, una barrera espiritual, pero que parecía debilitarse por momentos.

- Te encontré – susurró Evangeline volando en los cielos, sobre la mansión Di Rousseau.- Asi que estas en la mansión Di Rousseau.

Yue estaba allí, y estaba gravemente herido también. Fue el hecho de que su demonio estuviera herido lo que la hizo aparecer junto a él, en su habitación. El demonio parecía dormir. La embargaron una serie de emociones contradictorias al verlo, alegría, molestia, preocupación, nostalgia.

Ella acarició los labios de Yue y depositó un beso en ellos, como tantas veces lo había hecho él cuando ella dormía.

Cuando Yue despertó la vio junto a él, sonriendo, como si se burlara de él por verlo débil.

- Al fin despiertas Yue – dijo Evangeline.

Una espada le había atravesado la garganta a Yue y sus poderes regenerativos no eran tan veloces ya, por lo que mentalmente le respondió:

- ¿Qué haces aquí? Creí que no te volvería a ver… - el rostro de Yue reflejaba tristeza.

Unos toques en la puerta distrajeron a Yue, pero Evangeline los ignoró y dijo:

- Veo que aun me recuerdas Yue. Sabes que has sido un chico malo – ella se acercó a sus labios – Abandonaste a tu ama por ir tras un alma, y mira cómo has terminado, sirviendo a esta familia desde casi un siglo. Sin poder alimentarte como se debe ¿No te bastaba con mi sangre? ¿Ya no querías verme?

Evangeline hablaba como si él la hubiese abandonado porque si, pero trataba de sonar indiferente al mismo tiempo, sin querer darle la satisfacción de que le importaba.

Yue la miró con sorpresa.

- ¿Por qué has regresado… a que has venido?... aun recuerdo que querías que me alejara de ti – Yue habló mentalmente de nuevo, y trató de sonreír irónicamente, después de todo había pasado un siglo. La sonrisa fue borrada de su rostro por el dolor que sentía.

Al tenerla tan cerca de él después de tanto tiempo siente que su presencia lo tienta de nuevo.

- Yue! – Llamó alguien al otro lado de la puerta – voy a pasar – un hombre abrió ligeramente la puerta mirando hacia ellos.

Era Saine, el ángel de la muerte, quien había sido el esposo de Elise cuando esta vivía. El se presentó ante la demonio, y esta hizo lo propio. El ángel de la muerte besó la mano de Evangeline y se estudiaron unos segundos con la mirada, evaluándose.

Apenas pasaron un par de minutos cuando a la habitación entraron Alexander y Jill Di Rousseau. El primero de ellos no reconoció a la demonio, ya que la había visto con apariencia masculina, y tampoco reconoció el nombre cuando Saine la presentó.

La joven Jill, la menor de los Di Rousseau, se acercó a Yue y lo abrazó. Este, luego de mirar a Evangeline correspondió el abrazo, provocando que los ojos de la sucubo se tornaran rojos ante la escena, pero ante lo cual no dijo nada, y con una sonrisa en los labios, luego de hablar con Alexander, desapareció del lugar.

Pero justo segundos antes de desaparecer Evangeline escuchó la voz de Yue en su cabeza diciendo:

- Yo… te quiero.

Ella por respuesta le contestó mentalmente que volvería, y así fue.

Esa misma noche luego de otro ataque a la mansión Di Rousseau en el que Yue fue herido, Evangeline apareció en uno de los pasillos y se ofreció a curar sus heridas, lo llevo a la habitación de nuevo y lamiendo cada una de ellas las sanó.

- Dime Yue, ¿me extrañaste? – preguntó ella.

- Si, te extrañe demasiado, que sentía morir – confesó el demonio luego de besarla.

- Si tanto me extrañaste ¿Por qué no me buscaste? – preguntó ella después de separarse del beso. Luego continuó lamiendo las demás heridas de su cuerpo, que se cerraban al contacto de su lengua. Reanudaron los besos esa noche, pero no pasó más que eso. Evangeline se marchó.

Cuando Evangeline apareció de nuevo en la mansión Di Rousseau, entró por la puerta, vestida como una mujer de negocios, para una reunión con Alexander.

Su actitud altiva y arrogante, no fue vista con buenos ojos por algunos miembros de la familia, en  especial las damas, como la hermana gemela de Alexander, Monserrat.

El como la vieran en la mansión realmente no le importaba, ella tenía un objetivo claro, que Yue regresara con ella o que rompieran el pacto y se separaran para siempre. Cualquiera de estas posibilidades estaba bien para ella. Si él no quería regresar con ella se sentiría triste y desolada, pero al mismo tiempo liberada al tener una respuesta definitiva.

Evangeline puso las cosas en claro para Yue, quien como mayordomo de la mansión Di Rousseau había formado lazos muy fuertes con los cinco hijos del matrimonio, todos ellos muy peculiares por sus distintos aspectos.

Yue al ver nuevamente a Evangeline había vuelto a experimentar todos aquellos sentimientos que ella le inspiraba, o más bien recordarlos. Y aunque ella le dio un ultimátum porque aun estaban unidos en un pacto como ama y sirviente, el decidió que lo quería todo, fue egoísta y al mismo tiempo avaricioso por primera vez desde que se habían separado. El quería quedarse al lado de la familia que había aprendido a amar, a la que estaba atada más por su propio deseo que por un pacto. Pero tampoco quería perder a Evangeline nuevamente, por lo que le pidió que se quedara a su lado, y que continuaran con el pacto.

A pesar de ir en contra de lo que ella creía y quería aceptó, pero es que… ¿Cómo podría perderlo de nuevo si al fin se había dado cuenta que lo que sentía por él era amor?... O algo parecido… se dijo a sí misma. Después de un siglo de estar separados se volvieron a encontrar, y continuaron con una relación que parecía haber quedado suspendida en algún momento. En algún momento también ambos fueron honestos y dijeron lo que sentían y querían el uno del otro, sus aventuras juntos comenzaron de nuevo… pero eso… ya es parte de otra historia.

Fin