Capitulo 7: Cambios y verdades
Yue escuchó las
palabras de Evangeline con su típica sonrisa de que todo estaba bien. A pesar
del rechazo, de las palabras de su ama, el demonio se sentía confiado, sabía
que Evangeline no creía realmente lo que decía, y la demonio, aunque tratase de
creerlo, sabía que esas palabras eran una mentira.
Ambos tomaron una
decisión. Yue haría lo posible por demostrarle lo contrario, y dejarle claro que
si podía enamorarse, hacer que le correspondiera, y Evangeline se prometió
solemnemente no enamorarse de nuevo.
En el fondo era una
lucha de voluntades.
Fueron a vivir
juntos en el palacete de Evangeline, continuando con su relación amo sirviente, tal como lo hacían en el hogar de
Yue. Pero algo había cambiado entre ambos. Yue siempre había sido amable y
coqueto, todo un seductor, pero desde que había conocido a su joven ama esa
actitud se había perdido un poco, ahora, luego de más de tres años de conocerse
el volvió a ser el coqueto y seductor Yue, pero no solo con ella, sino con
cualquiera cuando quisiera. En un comienzo Evangeline solo notaba la actitud y
la ignoraba, que le importaba a ella si él se involucraba con alguien más,
después de todo era solo su sirviente demonio. Pero cada vez esa actitud le
molestaba más y como una infantil manera de desquitarse ella comenzó a hacer lo
mismo, aunque nunca llegaba muy lejos, y siempre con aquellas personas que
sabía que podía intimidar y no le seguirían el juego. Era su pequeña venganza
por los celos que la hacía sentir. Celos que no quería admitir.
Era una relación
extraña y bipolar, a veces un tanto infantil que en ocasiones bordeaba la
ternura. Poco a poco ella olvidaba a Antare y lo sustituía en su corazón con el
demonio que la servía día y noche.
Aun así pasaron
algunos años desde que Yue comenzó a vivir con ella para que Evangeline
respondiera sus besos de manera natural.
Ella sabía que
muchas noches Yue la besaba cuando se dormía. En una de esas noches los ojos de
Evangeline se abrieron y sus brazos rodearon el cuello del demonio.
- ¿No te cansas de
hacerlo? – dijo ella sonriendo sin soltarlo - ¿No encuentras aburrido besarme
mientras duermo? ¿No preferirías que te respondiera?
Por única respuesta
a estas preguntas Yue sonrió y se acercó más a ella para besarla de nuevo. Ella
respondió el beso esa noche y muchas más que siguieron.
Días después los
besos dieron paso a algo más, sin pudores entre ambos, sin límites. El demonio
poco a poco conseguía todo lo que quería de ella y Evangeline poco a poco
estaba haciendo y sintiendo por Yue todo aquello que se juró jamás haría o
sentiría de nuevo.
Esa primera noche
que estuvieron juntos fue muy distinta para Evangeline en comparación con la
noche que había pasado con Antare, aunque también fue diferente a las
siguientes que pasó con Yue. Fue de exploración, aprendizaje y reconocimiento,
apasionada pero con un toque de ternura.
Ella estaba desnuda
en su cama, como acostumbraba dormir y Yue se le acercó para besar sus labios
de nuevo, pero esta vez hizo más que eso. Quitó las sábanas de encima del
cuerpo de la súcubo y miró su cuerpo, extasiado y deseoso, quería explorarlo,
conocerlo más a fondo, fundirse en él. Evangeline lo esperaba, y lo deseaba
también, por lo que comenzó a quitarle la camisa con manos inexpertas que
trataban de ser veloces.
Yue sonrió con
ternura al ver como sus manos temblaban levemente al desvestirlo. Amaba eso
también, que ella no tuviera la experiencia suficiente para hacerlo con
naturalidad. La ayudó a quitar su camisa y pantalón, quedando desnudo frente a
ella, viendo como la demonio lo recorría con la mirada.
Se unieron en un
nuevo beso mientras las manos de ambos recorrían el cuerpo del otro,
arrancándose gemidos de placer y suspiros de deseo.
Yue reprimió un te amo y la besó con pasión para que esas palabras no salieran de
sus labios. Ella quería
aprender todo por lo que Yue fue un buen maestro.
Era en las acciones
de ambos y no es sus palabras donde se reflejaba el sentir de cada uno de
ellos. El se juró no decir te amo otra vez hasta que ella reconociera lo que
sentía por él y ella seguía negándose a sí misma que se estaba enamorando por
segunda vez en su vida.
Siguieron pasando
los días, los años. Su relación no tenía un nombre definido, más que el de ama
y sirviente, y aunque se trataran como amantes la mayoría del tiempo seguían
siendo el demonio Yue sirviendo a su ama Evangeline.
Era tan extraño que
un demonio aceptara servir libremente a otro a cambio de prácticamente nada, de
solo algo de sangre que lo mantenía en condiciones, ya que su sangre no era
solo de demonio, sino también de arcángel, pero aun así no era lo mismo que
alimentarse de un alma humana. Para hacer una comparación si Yue se alimentaba
de sangre de cualquier demonio lo mantenía vivo, la sangre de Eva le aportaba
algo de energía, pero un alma humana lo fortalecía.
Un siglo después de conocerse, casi un siglo
después de vivir juntos. Casi un siglo después que la relación entre Antare y
Evangeline se había quebrado, el mesías del infierno se acercó de nuevo a la
súcubo.
El jamás había
dejado de estar pendiente de ella y sabía con seguridad el tipo de relación que
tenia con Yue. También sabía lo del pacto, y aunque se decía que eso no era de
su incumbencia, que era algo en lo que no debía involucrarse, un día decidió
hacerlo.
¿Por qué? ¿Por
celos? ¿Para terminar con una mentira? ¿Porque quería cuidar de Evangeline y
darle la oportunidad de elegir si quería seguir con su demonio sabiendo que el
pacto podía romperse? Fue esta última justificación la que escogió, no eran
celos, se decía, solo quería darle la oportunidad de elegir.
Apareció Antare en
el palacete de Evangeline y ambos demonios lo recibieron de manera fría. El no
se esperaba otro tipo de recibimiento en realidad.
No se anduvo con
rodeos, simplemente lo dijo. Le aclaró a Evangeline que el pacto que había
hecho con Yue sí podía romperse, y que el demonio le había mentido. Evangeline
miró a Yue y le pidió que aclarara la situación, se negaba a creer que hubiese
estado engañada casi por un siglo.
Yue no la miró a
los ojos, no dijo nada, entonces Evangeline supo que Antare decía la verdad. El
demonio que la servía hacía casi un siglo le había mentido, la había manipulado
y había conseguido con ella todo lo que quería en base a una mentira. Tampoco es
que ella hubiera sido ingenua e inocente, tenía claro que todo lo sucedido
había sido porque ella también quería, pero si el pacto se hubiese roto al
estar ella en condiciones de vivir sola, jamás se habría dejado arrastrar a
brazos de Yue.
Evangeline no le
hizo reclamo alguno a Yue cundo él no negó las acusaciones de Antare, solo se
limitó a darle un golpe en la mandíbula tan fuerte que no solo lo derribó, sino
que también le hizo sangrar el labio. Luego desapareció del lugar para aparecer
en el mundo humano.
Allí, a solas,
bloqueó su presencia a Antare y Yue, estaba molesta, pero no tanto como para
que sus poderes le jugaran una mala pasada.
Pero alguien la
vigilaba de nuevo, alguien que siempre estaba pendiente de sus cambios, su
padre, el arcángel Miguel.
- Es el momento
adecuado – se dijo Miguel al verla en ese estado después de lo ocurrido.
El motivo por el
cual se interesaba en ella de nuevo, después de tanto tiempo, era porque había
llegado el momento de alejarla de todo y de todos, cuando estuviera sola
esperaba poder controlarla para así utilizarla en sus propósitos. Su sangre
estaba por alcanzar la madurez necesaria, y por lo tanto las propiedades
requeridas para lo cual él la había engendrado: sellar a Luzbel.
Mientras Evangeline
dormía ajena a todo, demasiado molesta para querer ver a Yue, Miguel se
infiltraba en sus sueños utilizando suero de loto para no ser detectado y
manipular de esa manera la conciencia de la súcubo.
En la mente de la
demonio la imagen de Yue era vista ahora como un enemigo al cual se debía
derrotar, destruir, aniquilar. El motivo por el cual Miguel hacia esto era para
probar el poder de su hija y si podía manipularla de esta manera. El solo debía
esperar.
Fue así que cuando
Evangeline despertó de su extraño sueño no notó nada inusual en ella misma.
Solo seguía molesta, harta de ser manipulada por otras personas, controlada,
sin pensar en que era en ese momento cuando estaba siendo más controlada que
nunca.
Aun así cuando
venían los recuerdos que compartía con Yue su molestia disminuía, no podía seguir
negándose que ese demonio que había jurado ser su sirviente por la eternidad le
provocaba algo más que simple agrado o deseo.
Como no estaba en
su personalidad dejar las cosas para después, quiso resolver el asunto de una
sola vez y regresó a su palacete en el inframundo para aclarar todo, pedir
explicaciones y si cabía la posibilidad, solucionarlo de alguna manera.
Buscó a Yue
mentalmente y lo encontró en los jardines del palacete, pensativo. Se apareció
junto a él, pero nada más verlo Evangeline perdió la conciencia sobre sus
acciones, sus ojos se tornaron rojos y su poder se presentó de manera absoluta
al no tener emociones que lo dominaran. Atacó a Yue, quien sorprendido fue
incapaz de defenderse en un comienzo, pero luego reaccionó y trató de esquivar
algunos golpes y mantener a la demonio controlada, pero ella era más veloz de
lo que jamás se hubiera imaginado, y más fuerte también.
En minutos lo tuvo
besando el suelo. Lo giró de un movimiento rápido, dejándolo de espaldas en el
suelo. Yue apenas había tenido tiempo de decir que quería explicarle, cuando
Evangeline sin decir nada, y con una expresión absolutamente neutra le atravesó
el pecho con su mano, Yue abrió desmesuradamente los ojos, escupiendo sangre
por la boca. La súcubo sacó la mano del pecho del demonio e hizo aparecer una
daga forjada en la fuente capaz de acabar con la vida de cualquier demonio,
incluso uno de la realeza. Alzó su mano para clavar la daga en el pecho de Yue,
pero Antare apareció en el momento oportuno para detenerla y salvar la vida de
Yue.
El mesías la alejó
de él y la desarmó. Al mirar a Antare los ojos de Evangeline regresaron a ser
violetas de nuevo, y segundos después ella caía desmayada en sus brazos.
Antare la recostó
en el suelo y se acercó a Yue, curó sus heridas y lo ayudó a ponerse de pie.
Yue miró a Evangeline, a quien Antare había depositado en el suelo.
- No creí que me
odiara tanto – dijo él, desviando la mirada del cuerpo de su ama.
- Eso ocurre cuando
basas una relación en mentiras – dijo Antare – Lo mejor es que te alejes de
ella un tiempo hasta que se le pasen los deseos de querer asesinarte.
- ¿Pero ella está
bien? ¿Por qué se desmayó?
- Probablemente
porque utilizó demasiada energía al atacarte, pudo haberte matado fácilmente.
- Lo sé, y lo
hubiese logrado si no llegas… Me odia a tal punto que quiere verme muerto – la
voz de Yue se oía triste y melancólica.
Yue se marchó de
allí, siguiendo el llamado de un alma humana que quería hacer un pacto. Pensó
que era el momento adecuado… quizás cuando el concediera el deseo al humano y
obtuviese un alma, Evangeline estaría lista para hablar civilizadamente. Fue así
como se traslado al mundo humano e hizo un pacto por el alma de la segunda
esposa de Arthur Di Rousseau.
Evangeline despertó
al día siguiente ignorando lo que había hecho.
Vio a su lado a
Antare, un tanto confusa por la presencia del mesías decidió pedirle que la
dejara sola, este así lo hizo sin comentar nada respecto a lo sucedido con Yue,
tampoco preguntó los motivos por los cuales lo había atacado de esa manera.
Pasaron los días y
Yue no regresaba, por lo que la súcubo decidió averiguar dónde estaba.
Descubrió que había hecho un nuevo pacto, y que tenía una nueva ama a quien
servir, eso la molestó, pero también entendió que para Yue era necesario, ya
que su alimento principal eran justamente las almas humanas. Lo dejó con su
pacto, decidiendo esperar por él. Lo extrañaba. Aunque también había tomado la
decisión de romper el contrato que tenía con ella, quería que las cosas fueran
diferentes.
El tiempo siguió
pasando y Yue no se comunicaba con ella, aunque ambos siempre sabían lo que
ocurría con el otro, el sello que ambos compartían servía para algo más que
para saber dónde estaba cada uno.
Una noche Yue
escuchó la voz de su joven ama, quien le hablaba mentalmente. Esta le dijo:
- Cuando acabes con
ese pacto, romperemos el nuestro y tendremos una conversación.
- ¿Me matarás? –
preguntó Yue.
- No, solo
romperemos el pacto y te comunicaré algo.
- ¿Qué es ese algo
de lo que mi joven ama quiere hablarme?
Pero Evangeline no
le respondió. Yue suspiró resignado. Sin saber que pensar o que decidir.
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