La vida, delicado e
incorrupto lienzo, que se le otorga a cada ser, quien a través de los
recuerdos, dará los colores y matices, que con el tiempo, dejaran una marca, no
solo en su lienzo, sino el de otros que le rodean
Pero una pintura, debe
ser protegida, y algunas son enmarcadas elegantemente, mientras que otras en el
descuido, se desgastan con facilidad, quedando en el olvido…
Una risa cantarina,
interrumpieron aquellas reflexiones, girando su cabeza se encontró con aquellos
ojos azul profundo, un pálido rostro, enmarcado con suaves rizos negros, que se
movían alegremente al compas de la risa de la pequeña.
No era para menos,
festejaba su Quinto aniversario de vida, junto con su gemelo, el cual
aparentemente la continuaba buscando
Sin decir una sola
palabra, fue levantada entre los brazos del joven mayordomo, quien adivinando
sus intenciones, la llevo a un sitio, donde Alexander, no pudiera encontrarla con facilidad.
Después de todo, su
principal ocupación, era cumplir, cada uno de los caprichos de los herederos de
la familia
Los pequeños, nunca
cuestionaban la autoridad de sus padres, y de los sirvientes que los cuidaban,
no encontrando así, un solo defecto en la vida, que hasta ahora habían llevado.
Ambos se refugiaron en la
biblioteca, en total silencio. Yue, se percato que, Monserrat lo observaba
fijamente, últimamente, lo hacía y cada vez con más frecuencia, sus dedos
llenos de pintura recorrieron la nariz del mayordomo, quien sin inmutarse,
permanecía inmóvil
-¿Por qué tus ojos son
rojos?-pregunto de repente, con un tono de voz serio y reflexivo
-¿Acaso esto les disgusta
a mi dama?-cuestiono él, un tanto intranquilo. La chiquilla solo agito su
cabeza, en señal de negación, agachando un poco la mirada, en forma de disculpa
por su indiscreción
-Es que, ni papa, ni
mama, ni Alexander tienen los ojos tan…-su voz relucía un poco del temor, pero
sobre todo la curiosidad que la invadía
El mayordomo suspiro.
Sabía que era cuestión de tiempo, para que los niños de alguna forma,
comenzaran a percatarse de la verdadera naturaleza, que aquel ser que los
protegería incluso con su vida, no era humano
-Temo, que eso no puedo
revelarlo mi joven dama, lo lamento-susurro depositándola suavemente en el
sofá. Monserrat, ladeo la cabeza incrédula, sin agregar algo más, Yue abandono
la habitación
En la noche, un enorme
pastel, con cinco pequeñas velas, adornaba el salón principal, los regalos lo
rodeaban y los gemelos, sentados en el lugar de honor, eran festejados por la familia
Cuando Yue se acerco, Monserrat
desvió la mirada sonrojada, su hermano, ajeno a lo sucedido, solo sacudió la
cabeza, acercándose al mayordomo y
recibir el trozo de tarta
La pequeña celebración,
transcurrió con tranquilidad, y después de agotar sus energías, los gemelos se
retiraron a descansar
Cuando se percato de que
su hermano dormía, la pequeña se deslizo de la cama que ambos compartían,
retirando con cuidado algo de su baúl
Aun con el temor infantil
que tenia a la oscuridad, se armo de valor y comenzó a recorrer los pasillos de
la mansión, en su búsqueda, tratando de que, lo que protegía entre sus brazos,
no cayera
Justo en la escalera se
topo con él, pero antes de que Yue pudiera decir algo, estiro sus manos.
-Disculpa Yue, yo no
quería hacerte enojar-dijo conteniendo algunas lagrimas que amenazaban por
brotar de sus ojos.
-Pero ¿Por qué me
enojaría con usted?-el solo levanto una ceja aunque con delicadeza recibió lo
que ella le estaba ofreciendo
-Porque te pregunte algo
malo, lo siento mucho-contesto ella escondiéndose entre las piernas del
mayordomo
Yue tenía la intención de
reprenderla por haber escapado de su habitación, pero al verla en ese estado,
decidió averiguar qué era lo que ella le había obsequiado
Era un intento por demás
pueril, de un retrato suyo. Sin proporción alguna, o siquiera un acercamiento
real, de su persona, de ese garabato resaltaba un par de enormes ojos rojos,
que ocupaban la mayor parte del rostro
Monserrat apenada, observaba las reacciones de Yue, el cual aun analizaba el dibujo
-Es que el rojo es mi
color favorito, y los ojos de Yue, son los más hermosos que conozco-exclamo,
tratando de justificarse
Mas que sorprendido, el
joven mayordomo se inclino a la altura de la pequeña
-Aun no entiendo, porque
usted se tomaría la molestia de obsequiarme algo, y mucho mas, en este día que
es su festejo-susurro acariciando las mejillas sonrosadas
-Es que, nunca hemos
festejado el cumpleaños de Yue, que siempre nos cuida y ayuda en todo y pensé
que, también tiene derecho a recibir regalos, tarta y muchas
felicitaciones-contesto la pelinegra sonriendo alegremente
Yue alcanzo una de sus
manos y deposito en ellas un suave beso de agradecimiento, era la primera vez,
quizás en décadas, que alguien lo consideraba algo más que un sirviente,
entendiendo, que para su joven ama, no importaba si él era un demonio, solo
quería que él, disfrutara junto con ellos
Ambos sonrieron, quedando
arreglado el asunto
El tiempo transcurrió,
ahora Yue vivía, con la que consideraba su único y verdadero amor, libre de
ataduras de servidumbre, de vez en cuando regresaba a la mansión Di Rousseau,
para visitar a quienes fueran sus antiguos amos
-Miren a quien trajo el
viento-exclamo una voz detrás suyo, Yue al darse vuelta se encontró con
aquellos ojos azules, el rostro de Monserrat, era ya de una mujer, pero
conservaba la misma mirada soñadora
Los gemelos, así como los
hermanos que los presidieron, habían formado sus propias familias, siendo sus
hijos quienes ahora, corrían en los jardines, riendo y saltando libremente
-No podría perdonarme,
sino la felicitara a usted y su hermano, en su vigésimo cumpleaños-respondió
el, sonriendo perfectamente, sus facciones seguían intactas, pero en su corazón
había nuevos recuerdos
-Como siempre tan
servicial, vamos que sabes que hoy también, al menos yo te festejo-la pelinegra
jalaba con suavidad las mejillas del mayordomo, costumbre que al parecer nunca desaparecería
Caminando por los
jardines, observando de cuando a los niños de ambos, de manera improvisa
Monserrat detuvo su paso
-¿Recuerdas cuando te
regale aquel intento de retrato tuyo?
-Sí, y aun le conservo
como uno de mis grandes tesoros
-El motivo por el que lo
hice, fue que a pesar de que en la mansión, había retratos de todos sus
habitantes, faltaba el tuyo, y bueno los años y la experiencia pulen un poco el
talento-al decir esto, le mostró ahora un cuadro en donde la imagen de Yue se
reflejaba con mayor claridad
De la misma forma, tomo
sus manos y deposito en cada una un beso, ambos se sonrieron, compartiendo un
secreto que solo ellos conocían, separándose poco después para unirse a la celebración
que acontecía en el comedor.
Quizás no fuera el más
hermoso retrato que hubiera visto de sí mismo, pero comprendió, que su
existencia, era valiosa, por ser considerado importante, para varios artistas
que aun seguían esbozando dentro de sus lienzos
Esta muy hermoso Monse, hermosísimo, mis felicitaciones :3
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