martes, 30 de abril de 2013

Some colours


La vida, delicado e incorrupto lienzo, que se le otorga a cada ser, quien a través de los recuerdos, dará los colores y matices, que con el tiempo, dejaran una marca, no solo en su lienzo, sino el de otros que le rodean
Pero una pintura, debe ser protegida, y algunas son enmarcadas elegantemente, mientras que otras en el descuido, se desgastan con facilidad, quedando en el olvido…

Una risa cantarina, interrumpieron aquellas reflexiones, girando su cabeza se encontró con aquellos ojos azul profundo, un pálido rostro, enmarcado con suaves rizos negros, que se movían alegremente al compas de la risa de la pequeña.

No era para menos, festejaba su Quinto aniversario de vida, junto con su gemelo, el cual aparentemente la continuaba buscando

Sin decir una sola palabra, fue levantada entre los brazos del joven mayordomo, quien adivinando sus intenciones, la llevo a un sitio, donde Alexander,  no pudiera encontrarla con facilidad.
Después de todo, su principal ocupación, era cumplir, cada uno de los caprichos de los herederos de la familia

Los pequeños, nunca cuestionaban la autoridad de sus padres, y de los sirvientes que los cuidaban, no encontrando así, un solo defecto en la vida, que hasta ahora habían llevado.

Ambos se refugiaron en la biblioteca, en total silencio. Yue, se percato que, Monserrat lo observaba fijamente, últimamente, lo hacía y cada vez con más frecuencia, sus dedos llenos de pintura recorrieron la nariz del mayordomo, quien sin inmutarse, permanecía inmóvil

-¿Por qué tus ojos son rojos?-pregunto de repente, con un tono de voz serio y reflexivo

-¿Acaso esto les disgusta a mi dama?-cuestiono él, un tanto intranquilo. La chiquilla solo agito su cabeza, en señal de negación, agachando un poco la mirada, en forma de disculpa por su indiscreción

-Es que, ni papa, ni mama, ni Alexander tienen los ojos tan…-su voz relucía un poco del temor, pero sobre todo la curiosidad que la invadía

El mayordomo suspiro. Sabía que era cuestión de tiempo, para que los niños de alguna forma, comenzaran a percatarse de la verdadera naturaleza, que aquel ser que los protegería incluso con su vida, no era humano
-Temo, que eso no puedo revelarlo mi joven dama, lo lamento-susurro depositándola suavemente en el sofá. Monserrat, ladeo la cabeza incrédula, sin agregar algo más, Yue abandono la habitación

En la noche, un enorme pastel, con cinco pequeñas velas, adornaba el salón principal, los regalos lo rodeaban y los gemelos, sentados en el lugar de honor,  eran festejados por la familia

Cuando Yue se acerco, Monserrat desvió la mirada sonrojada, su hermano, ajeno a lo sucedido, solo sacudió la cabeza,  acercándose al mayordomo y recibir el trozo de tarta

La pequeña celebración, transcurrió con tranquilidad, y después de agotar sus energías, los gemelos se retiraron a descansar

Cuando se percato de que su hermano dormía, la pequeña se deslizo de la cama que ambos compartían, retirando con cuidado algo de su baúl

Aun con el temor infantil que tenia a la oscuridad, se armo de valor y comenzó a recorrer los pasillos de la mansión, en su búsqueda, tratando de que, lo que protegía entre sus brazos, no cayera

Justo en la escalera se topo con él, pero antes de que Yue pudiera decir algo, estiro sus manos.

-Disculpa Yue, yo no quería hacerte enojar-dijo conteniendo algunas lagrimas que amenazaban por brotar de sus ojos.

-Pero ¿Por qué me enojaría con usted?-el solo levanto una ceja aunque con delicadeza recibió lo que ella le estaba ofreciendo

-Porque te pregunte algo malo, lo siento mucho-contesto ella escondiéndose entre las piernas del mayordomo

Yue tenía la intención de reprenderla por haber escapado de su habitación, pero al verla en ese estado, decidió averiguar qué era lo que ella le había obsequiado

Era un intento por demás pueril, de un retrato suyo. Sin proporción alguna, o siquiera un acercamiento real, de su persona, de ese garabato resaltaba un par de enormes ojos rojos, que ocupaban la mayor parte del rostro

Monserrat  apenada, observaba las reacciones de Yue, el cual aun analizaba el dibujo

-Es que el rojo es mi color favorito, y los ojos de Yue, son los más hermosos que conozco-exclamo, tratando de justificarse

Mas que sorprendido, el joven mayordomo se inclino a la altura de la pequeña

-Aun no entiendo, porque usted se tomaría la molestia de obsequiarme algo, y mucho mas, en este día que es su festejo-susurro acariciando las mejillas sonrosadas

-Es que, nunca hemos festejado el cumpleaños de Yue, que siempre nos cuida y ayuda en todo y pensé que, también tiene derecho a recibir regalos, tarta y muchas felicitaciones-contesto la pelinegra sonriendo alegremente

Yue alcanzo una de sus manos y deposito en ellas un suave beso de agradecimiento, era la primera vez, quizás en décadas, que alguien lo consideraba algo más que un sirviente, entendiendo, que para su joven ama, no importaba si él era un demonio, solo quería que él, disfrutara junto con ellos
Ambos sonrieron, quedando arreglado el asunto

El tiempo transcurrió, ahora Yue vivía, con la que consideraba su único y verdadero amor, libre de ataduras de servidumbre, de vez en cuando regresaba a la mansión Di Rousseau, para visitar a quienes fueran sus antiguos amos

-Miren a quien trajo el viento-exclamo una voz detrás suyo, Yue al darse vuelta se encontró con aquellos ojos azules, el rostro de Monserrat, era ya de una mujer, pero conservaba la misma mirada soñadora

Los gemelos, así como los hermanos que los presidieron, habían formado sus propias familias, siendo sus hijos quienes ahora, corrían en los jardines, riendo y saltando libremente

-No podría perdonarme, sino la felicitara a usted y su hermano, en su vigésimo cumpleaños-respondió el, sonriendo perfectamente, sus facciones seguían intactas, pero en su corazón había nuevos recuerdos

-Como siempre tan servicial, vamos que sabes que hoy también, al menos yo te festejo-la pelinegra jalaba con suavidad las mejillas del mayordomo, costumbre que al parecer nunca desaparecería

Caminando por los jardines, observando de cuando a los niños de ambos, de manera improvisa Monserrat detuvo su paso

-¿Recuerdas cuando te regale aquel intento de retrato tuyo?

-Sí, y aun le conservo como uno de mis grandes tesoros

-El motivo por el que lo hice, fue que a pesar de que en la mansión, había retratos de todos sus habitantes, faltaba el tuyo, y bueno los años y la experiencia pulen un poco el talento-al decir esto, le mostró ahora un cuadro en donde la imagen de Yue se reflejaba  con mayor claridad

De la misma forma, tomo sus manos y deposito en cada una un beso, ambos se sonrieron, compartiendo un secreto que solo ellos conocían, separándose poco después para unirse a la celebración que acontecía en el comedor.

Quizás no fuera el más hermoso retrato que hubiera visto de sí mismo, pero comprendió, que su existencia, era valiosa, por ser considerado importante, para varios artistas que aun seguían esbozando dentro de sus lienzos


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