Capitulo 8: La historia recién empieza
Habían pasado
algunos meses desde que Evangeline y Yue estaban separados. Ella había
mantenido la distancia, esperando que el demonio terminara su contrato y
regresara para romper el pacto.
Yue continuaba sirviendo
a una familia humana como mayordomo, y finalmente la curiosidad y el extrañarlo
pudieron más que el orgullo de la súcubo, y eliminando su presencia decidió
espiarlo. Lo que presenció el día que espiaba a Yue fue la muerte de su
contratista y el fracaso del demonio de protegerla, porque interpuso la
seguridad de la hijastra de su contratista por sobre la de su ama. Evangeline
no pudo entender la actitud de Yue para con Elise Di Rousseau, la joven a quien
había salvado.
La súcubo regresó a
su hogar en el inframundo, con la esperanza de que Yue regresara, quedó
demostrado que fue solo una vana esperanza.
Esperó algunos días
en vano, Yue no aparecía. Uno de esos días, Evangeline se sentó en el suelo en
uno de los pasillos de la mansión, apoyando su espalda en la pared. Pensaba en
el mensaje que le había enviado a Yue, que al volver él, romperían el pacto
¿pero por qué quería romper el pacto? Al pensar en esto suspiró.
Tenía varias cosas
claras, primero, lo extrañaba, segundo, sabía que lo que sentía por él se había
hecho cada vez fuerte con los años, pero no quería ponerle nombre, le daba
miedo definirlo. Tercero, quería romper el pacto y de esa manera si seguían
estando juntos, que fuera porque ambos lo habían decidido. Ella no quería a un
sirviente a su lado, lo quería como a un igual, que tuviera la libertad
suficiente para aceptar o rechazar todo lo que a ella se le ocurriera.
- Soy rara – se
dijo a sí misma en voz alta.
- Siempre lo has
sido Error, ¿por qué te sorprende ahora? – le dijo Antare apareciendo a su lado.
- ¿Desde cuándo
apareces en casas ajenas sin llamar? – preguntó Evangeline levantando una ceja.
- Desde siempre –
dijo el mesías, sentándose a su lado – Tengo novedades.
- ¿Y deberían
importarme? – la voz de la súcubo sonaba indiferente.
- Es acerca de Yue,
así que imagino que sí.
Evangeline lo miró
a los ojos, parecía estar interesada.
- Ha hecho un nuevo
pacto con un humano.
La súcubo desvió la
mirada y preguntó:
- ¿Con quién? –
aunque ella ya imaginaba la respuesta.
- Elise Di Rousseau
- Hacer pactos es
su manera de seducir supongo – dijo Evangeline con algo de amargura en la voz.
Antare la miró sin
decir nada más al respecto.
- ¿Sabes que
deberías hacer? – dijo Antare tomando su rostro y girándolo hacia él para que
lo mirara – Deberías volver a entrenar conmigo Error.
- No quiero – dijo
Evangeline soltándose del agarre de Antare.
El solo suspiró y
se marchó de allí, aun era muy pronto quizás, para que las cosas entre ambos
comenzaran a ser un poco como antes.
Una vez Antare se
hubo marchado, la súcubo recordó como Yue había protegido a Elise durante el
ataque al carruaje de su contratista, había sido de manera casi reverencial,
tan similar a la forma en que en ocasiones pasadas la había defendido a ella.
- No volverá –
susurró Evangeline. Sacó sus alas y se envolvió con ellas, esperando de esa
manera que estas la protegieran de los pensamientos que inundaban su mente y la
hacían sentir miserable.
El tiempo siguió
pasando, tiempo en el que Yue y Evangeline seguían en la misma situación
extraña, de casi nula comunicación. El orgullo de la súcubo le impedía buscarlo
abiertamente ¿Por qué debía buscarlo ella si había sido él quien la había
engañado y mentido, quien le había dicho que la amaba? Se preguntaba cada vez
que el tema rondaba su mente y las ganas de verlo se hacían más frecuentes. Y
como no recordaba el haber intentado matarlo, menos pensaba en buscarlo para
solucionar las cosas.
Yue por su parte
trataba de abstraerse del recuerdo de su joven ama a través de su labor de
mayordomo, que no cesaba jamás. Además, si no rompía el pacto aun le quedaba
esa leve posibilidad de saber de ella de vez en cuando, era su patético
consuelo, creyendo que Evangeline quería deshacer el trato solo para no verlo
más y de esta manera romper todo vinculo definitivamente.
Para Evangeline el
pacto significaba que Yue tenía poco poder de decisión, y más que un lazo entre
ambos, para ella era como una carga auto impuesta que la hacía dudar de las
palabras de Yue. Para el demonio en cambio el pacto significaba un lazo
irrompible que los uniría por la eternidad. Ella dudaba que Yue fuera sincero
bajo el pacto, él temía jamás volver a verla y perder toda oportunidad de saber
de ella, si el pacto se rompía.
Al cabo de unos
años el ama de Yue murió, y este no pudo cumplir su labor de protegerla
tampoco, fuerzas muy poderosas se la arrebataron, pero el quedó atado a la
familia sin remedio. La antigua mansión de los Di Rousseau fue destruida, y la
familia, incluido el mayordomo se trasladaron a otro lugar, y la súcubo les
perdió el rastro.
Su sirviente, su
demonio se había esfumado dentro del mundo humano y a pesar del contrato y el
sello que compartían ella no podía localizarlo. Eso tenía varias explicaciones
para ella. El contrato con la familia Di Rousseau se había hecho más fuerte que
el suyo; Yue estaba demasiado débil para emitir un aura que ella pudiera
percibir o simplemente él no quería ser encontrado.
Siguieron pasando
los años, y Evangeline retomó su entrenamiento con Antare, pero no volvieron a
vivir juntos. Yue mientras tanto cuidaba de la familia Di Rousseau y los
descendientes de la difunta Elise, pero no había olvidado a su principal ama.
De vez en cuando espiaba a Evangeline en los entrenamientos que ella tenía con
Antare, ocultando su presencia para que ella no lo notara. La veía reír a veces
junto al mesías y esto lo entristecía ya que no era él quien dibujaba sonrisas
en sus labios.
Casi cien años
pasaron, durante ese tiempo Yue ya cuidaba de una nueva generación de Di
Rousseau, y Evangeline había decidido mezclarse con humanos, haciéndose pasar
por uno de ellos había formado una empresa que se encargaba de traer al viejo
continente las materias primas que se requerían para las manufacturas.
Tenía pensado que la
cara visible de la empresa no sería ella, sino una sombra con apariencia
masculina que había creado, o al menos esa era la idea original que tenía en
mente cuando creó a su sombra a quien llamó Evan, pero lamentablemente el
resultó ser demasiado inocente y confiado como para triunfar en el mundo de los
negocios, por lo que optó encargarse personalmente del asunto haciéndose pasar
por hombre.
Conoció a muchas
personas y entendió un poco más la naturaleza humana. Fue así como un día, en
una pequeña fiesta de hombres de negocios, donde ella usaba su vestimenta
masculina, su cabello corto y un interesante bigote postizo, un joven lord que
estaba haciéndose cargo de los negocios de su padre se le acercó. Alexander
había oído hablar de las empresas Rave y sabía que era un negocio que no podía
dejar pasar por lo que se acercó al supuesto administrador de Evangeline Rave,
quien conversaba con un grupo de hombres acerca de las bondades de los
territorios americanos, africanos y asiáticos que la proveían de tan buena
materia prima.
El demasiado joven Alexander
saludó amablemente, y probablemente Evangeline no lo hubiera tomado muy en
serio con sus propuestas, ya que parecía un poco fuera de lugar entre tanto
hombre experimentado, de no haber sido porque percibió un olor familiar en él,
el aroma de un demonio al que conocía muy bien. Entonces Alexander sonrió de
una manera particular, una sonrisa como esa ella la había visto antes en un
demonio a quien no veía hacia décadas.
- Alexander Di
Rousseau – dijo el joven – es un placer.
La súcubo de
inmediato lo reconoció como un descendiente de Elise, el joven incluso se
parecía un poco al padre de ella. Aunque ella no tenía pensado en ese momento
iniciar una sociedad prometió tener una reunión con el joven Alexander, y más
aun, prometió la asistencia de Evangeline a la mansión.
Luego de este
encuentro, la súcubo siguió al joven a la mansión Di Rousseau, notó que estaba
protegida por un fuerte campo de energía, una barrera espiritual, pero que
parecía debilitarse por momentos.
- Te encontré –
susurró Evangeline volando en los cielos, sobre la mansión Di Rousseau.- Asi
que estas en la mansión Di Rousseau.
Yue estaba allí, y
estaba gravemente herido también. Fue el hecho de que su demonio estuviera
herido lo que la hizo aparecer junto a él, en su habitación. El demonio parecía
dormir. La embargaron una serie de emociones contradictorias al verlo, alegría,
molestia, preocupación, nostalgia.
Ella acarició los
labios de Yue y depositó un beso en ellos, como tantas veces lo había hecho él
cuando ella dormía.
Cuando Yue despertó
la vio junto a él, sonriendo, como si se burlara de él por verlo débil.
- Al fin despiertas
Yue – dijo Evangeline.
Una espada le había
atravesado la garganta a Yue y sus poderes regenerativos no eran tan veloces
ya, por lo que mentalmente le respondió:
- ¿Qué haces aquí?
Creí que no te volvería a ver… - el rostro de Yue reflejaba tristeza.
Unos toques en la
puerta distrajeron a Yue, pero Evangeline los ignoró y dijo:
- Veo que aun me
recuerdas Yue. Sabes que has sido un chico malo – ella se acercó a sus labios –
Abandonaste a tu ama por ir tras un alma, y mira cómo has terminado, sirviendo
a esta familia desde casi un siglo. Sin poder alimentarte como se debe ¿No te
bastaba con mi sangre? ¿Ya no querías verme?
Evangeline hablaba
como si él la hubiese abandonado porque si, pero trataba de sonar indiferente
al mismo tiempo, sin querer darle la satisfacción de que le importaba.
Yue la miró con
sorpresa.
- ¿Por qué has regresado…
a que has venido?... aun recuerdo que querías que me alejara de ti – Yue habló
mentalmente de nuevo, y trató de sonreír irónicamente, después de todo había pasado
un siglo. La sonrisa fue borrada de su rostro por el dolor que sentía.
Al tenerla tan
cerca de él después de tanto tiempo siente que su presencia lo tienta de nuevo.
- Yue! – Llamó alguien
al otro lado de la puerta – voy a pasar – un hombre abrió ligeramente la puerta
mirando hacia ellos.
Era Saine, el ángel
de la muerte, quien había sido el esposo de Elise cuando esta vivía. El se
presentó ante la demonio, y esta hizo lo propio. El ángel de la muerte besó la
mano de Evangeline y se estudiaron unos segundos con la mirada, evaluándose.
Apenas pasaron un
par de minutos cuando a la habitación entraron Alexander y Jill Di Rousseau. El
primero de ellos no reconoció a la demonio, ya que la había visto con apariencia
masculina, y tampoco reconoció el nombre cuando Saine la presentó.
La joven Jill, la
menor de los Di Rousseau, se acercó a Yue y lo abrazó. Este, luego de mirar a
Evangeline correspondió el abrazo, provocando que los ojos de la sucubo se
tornaran rojos ante la escena, pero ante lo cual no dijo nada, y con una
sonrisa en los labios, luego de hablar con Alexander, desapareció del lugar.
Pero justo segundos
antes de desaparecer Evangeline escuchó la voz de Yue en su cabeza diciendo:
- Yo… te quiero.
Ella por respuesta
le contestó mentalmente que volvería, y así fue.
Esa misma noche
luego de otro ataque a la mansión Di Rousseau en el que Yue fue herido,
Evangeline apareció en uno de los pasillos y se ofreció a curar sus heridas, lo
llevo a la habitación de nuevo y lamiendo cada una de ellas las sanó.
- Dime Yue, ¿me
extrañaste? – preguntó ella.
- Si, te extrañe
demasiado, que sentía morir – confesó el demonio luego de besarla.
- Si tanto me
extrañaste ¿Por qué no me buscaste? – preguntó ella después de separarse del
beso. Luego continuó lamiendo las demás heridas de su cuerpo, que se cerraban
al contacto de su lengua. Reanudaron los besos esa noche, pero no pasó más que
eso. Evangeline se marchó.
Cuando Evangeline
apareció de nuevo en la mansión Di Rousseau, entró por la puerta, vestida como
una mujer de negocios, para una reunión con Alexander.
Su actitud altiva y
arrogante, no fue vista con buenos ojos por algunos miembros de la familia,
en especial las damas, como la hermana
gemela de Alexander, Monserrat.
El como la vieran
en la mansión realmente no le importaba, ella tenía un objetivo claro, que Yue
regresara con ella o que rompieran el pacto y se separaran para siempre.
Cualquiera de estas posibilidades estaba bien para ella. Si él no quería
regresar con ella se sentiría triste y desolada, pero al mismo tiempo liberada
al tener una respuesta definitiva.
Evangeline puso las
cosas en claro para Yue, quien como mayordomo de la mansión Di Rousseau había
formado lazos muy fuertes con los cinco hijos del matrimonio, todos ellos muy
peculiares por sus distintos aspectos.
Yue al ver
nuevamente a Evangeline había vuelto a experimentar todos aquellos sentimientos
que ella le inspiraba, o más bien recordarlos. Y aunque ella le dio un
ultimátum porque aun estaban unidos en un pacto como ama y sirviente, el
decidió que lo quería todo, fue egoísta y al mismo tiempo avaricioso por
primera vez desde que se habían separado. El quería quedarse al lado de la
familia que había aprendido a amar, a la que estaba atada más por su propio
deseo que por un pacto. Pero tampoco quería perder a Evangeline nuevamente, por
lo que le pidió que se quedara a su lado, y que continuaran con el pacto.
A pesar de ir en
contra de lo que ella creía y quería aceptó, pero es que… ¿Cómo podría perderlo
de nuevo si al fin se había dado cuenta que lo que sentía por él era amor?... O
algo parecido… se dijo a sí misma. Después de un siglo de estar separados se
volvieron a encontrar, y continuaron con una relación que parecía haber quedado
suspendida en algún momento. En algún momento también ambos fueron honestos y
dijeron lo que sentían y querían el uno del otro, sus aventuras juntos
comenzaron de nuevo… pero eso… ya es parte de otra historia.
Fin
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