sábado, 20 de abril de 2013

La Historia deYue y Evangeline: Capitulo 8, final


Capitulo 8: La historia recién empieza

Habían pasado algunos meses desde que Evangeline y Yue estaban separados. Ella había mantenido la distancia, esperando que el demonio terminara su contrato y regresara para romper el pacto.

Yue continuaba sirviendo a una familia humana como mayordomo, y finalmente la curiosidad y el extrañarlo pudieron más que el orgullo de la súcubo, y eliminando su presencia decidió espiarlo. Lo que presenció el día que espiaba a Yue fue la muerte de su contratista y el fracaso del demonio de protegerla, porque interpuso la seguridad de la hijastra de su contratista por sobre la de su ama. Evangeline no pudo entender la actitud de Yue para con Elise Di Rousseau, la joven a quien había salvado.

La súcubo regresó a su hogar en el inframundo, con la esperanza de que Yue regresara, quedó demostrado que fue solo una vana esperanza.

Esperó algunos días en vano, Yue no aparecía. Uno de esos días, Evangeline se sentó en el suelo en uno de los pasillos de la mansión, apoyando su espalda en la pared. Pensaba en el mensaje que le había enviado a Yue, que al volver él, romperían el pacto ¿pero por qué quería romper el pacto? Al pensar en esto suspiró.

Tenía varias cosas claras, primero, lo extrañaba, segundo, sabía que lo que sentía por él se había hecho cada vez fuerte con los años, pero no quería ponerle nombre, le daba miedo definirlo. Tercero, quería romper el pacto y de esa manera si seguían estando juntos, que fuera porque ambos lo habían decidido. Ella no quería a un sirviente a su lado, lo quería como a un igual, que tuviera la libertad suficiente para aceptar o rechazar todo lo que a ella se le ocurriera.

- Soy rara – se dijo a sí misma en voz alta.

- Siempre lo has sido Error, ¿por qué te sorprende ahora? – le dijo Antare apareciendo a su lado.

- ¿Desde cuándo apareces en casas ajenas sin llamar? – preguntó Evangeline levantando una ceja.

- Desde siempre – dijo el mesías, sentándose a su lado – Tengo novedades.

- ¿Y deberían importarme? – la voz de la súcubo sonaba indiferente.

- Es acerca de Yue, así que imagino que sí.

Evangeline lo miró a los ojos, parecía estar interesada.

- Ha hecho un nuevo pacto con un humano.

La súcubo desvió la mirada y preguntó:

- ¿Con quién? – aunque ella ya imaginaba la respuesta.

- Elise Di Rousseau

- Hacer pactos es su manera de seducir supongo – dijo Evangeline con algo de amargura en la voz.

Antare la miró sin decir nada más al respecto.

- ¿Sabes que deberías hacer? – dijo Antare tomando su rostro y girándolo hacia él para que lo mirara – Deberías volver a entrenar conmigo Error.

- No quiero – dijo Evangeline soltándose del agarre de Antare.

El solo suspiró y se marchó de allí, aun era muy pronto quizás, para que las cosas entre ambos comenzaran a ser un poco como antes.

Una vez Antare se hubo marchado, la súcubo recordó como Yue había protegido a Elise durante el ataque al carruaje de su contratista, había sido de manera casi reverencial, tan similar a la forma en que en ocasiones pasadas la había defendido a ella.

- No volverá – susurró Evangeline. Sacó sus alas y se envolvió con ellas, esperando de esa manera que estas la protegieran de los pensamientos que inundaban su mente y la hacían sentir miserable.

El tiempo siguió pasando, tiempo en el que Yue y Evangeline seguían en la misma situación extraña, de casi nula comunicación. El orgullo de la súcubo le impedía buscarlo abiertamente ¿Por qué debía buscarlo ella si había sido él quien la había engañado y mentido, quien le había dicho que la amaba? Se preguntaba cada vez que el tema rondaba su mente y las ganas de verlo se hacían más frecuentes. Y como no recordaba el haber intentado matarlo, menos pensaba en buscarlo para solucionar las cosas.

Yue por su parte trataba de abstraerse del recuerdo de su joven ama a través de su labor de mayordomo, que no cesaba jamás. Además, si no rompía el pacto aun le quedaba esa leve posibilidad de saber de ella de vez en cuando, era su patético consuelo, creyendo que Evangeline quería deshacer el trato solo para no verlo más y de esta manera romper todo vinculo definitivamente.

Para Evangeline el pacto significaba que Yue tenía poco poder de decisión, y más que un lazo entre ambos, para ella era como una carga auto impuesta que la hacía dudar de las palabras de Yue. Para el demonio en cambio el pacto significaba un lazo irrompible que los uniría por la eternidad. Ella dudaba que Yue fuera sincero bajo el pacto, él temía jamás volver a verla y perder toda oportunidad de saber de ella, si el pacto se rompía.

Al cabo de unos años el ama de Yue murió, y este no pudo cumplir su labor de protegerla tampoco, fuerzas muy poderosas se la arrebataron, pero el quedó atado a la familia sin remedio. La antigua mansión de los Di Rousseau fue destruida, y la familia, incluido el mayordomo se trasladaron a otro lugar, y la súcubo les perdió el rastro.

Su sirviente, su demonio se había esfumado dentro del mundo humano y a pesar del contrato y el sello que compartían ella no podía localizarlo. Eso tenía varias explicaciones para ella. El contrato con la familia Di Rousseau se había hecho más fuerte que el suyo; Yue estaba demasiado débil para emitir un aura que ella pudiera percibir o simplemente él no quería ser encontrado.

Siguieron pasando los años, y Evangeline retomó su entrenamiento con Antare, pero no volvieron a vivir juntos. Yue mientras tanto cuidaba de la familia Di Rousseau y los descendientes de la difunta Elise, pero no había olvidado a su principal ama. De vez en cuando espiaba a Evangeline en los entrenamientos que ella tenía con Antare, ocultando su presencia para que ella no lo notara. La veía reír a veces junto al mesías y esto lo entristecía ya que no era él quien dibujaba sonrisas en sus labios.

Casi cien años pasaron, durante ese tiempo Yue ya cuidaba de una nueva generación de Di Rousseau, y Evangeline había decidido mezclarse con humanos, haciéndose pasar por uno de ellos había formado una empresa que se encargaba de traer al viejo continente las materias primas que se requerían para las manufacturas.

Tenía pensado que la cara visible de la empresa no sería ella, sino una sombra con apariencia masculina que había creado, o al menos esa era la idea original que tenía en mente cuando creó a su sombra a quien llamó Evan, pero lamentablemente el resultó ser demasiado inocente y confiado como para triunfar en el mundo de los negocios, por lo que optó encargarse personalmente del asunto haciéndose pasar por hombre.

Conoció a muchas personas y entendió un poco más la naturaleza humana. Fue así como un día, en una pequeña fiesta de hombres de negocios, donde ella usaba su vestimenta masculina, su cabello corto y un interesante bigote postizo, un joven lord que estaba haciéndose cargo de los negocios de su padre se le acercó. Alexander había oído hablar de las empresas Rave y sabía que era un negocio que no podía dejar pasar por lo que se acercó al supuesto administrador de Evangeline Rave, quien conversaba con un grupo de hombres acerca de las bondades de los territorios americanos, africanos y asiáticos que la proveían de tan buena materia prima.

El demasiado joven Alexander saludó amablemente, y probablemente Evangeline no lo hubiera tomado muy en serio con sus propuestas, ya que parecía un poco fuera de lugar entre tanto hombre experimentado, de no haber sido porque percibió un olor familiar en él, el aroma de un demonio al que conocía muy bien. Entonces Alexander sonrió de una manera particular, una sonrisa como esa ella la había visto antes en un demonio a quien no veía hacia décadas.

- Alexander Di Rousseau – dijo el joven – es un placer.

La súcubo de inmediato lo reconoció como un descendiente de Elise, el joven incluso se parecía un poco al padre de ella. Aunque ella no tenía pensado en ese momento iniciar una sociedad prometió tener una reunión con el joven Alexander, y más aun, prometió la asistencia de Evangeline a la mansión.

Luego de este encuentro, la súcubo siguió al joven a la mansión Di Rousseau, notó que estaba protegida por un fuerte campo de energía, una barrera espiritual, pero que parecía debilitarse por momentos.

- Te encontré – susurró Evangeline volando en los cielos, sobre la mansión Di Rousseau.- Asi que estas en la mansión Di Rousseau.

Yue estaba allí, y estaba gravemente herido también. Fue el hecho de que su demonio estuviera herido lo que la hizo aparecer junto a él, en su habitación. El demonio parecía dormir. La embargaron una serie de emociones contradictorias al verlo, alegría, molestia, preocupación, nostalgia.

Ella acarició los labios de Yue y depositó un beso en ellos, como tantas veces lo había hecho él cuando ella dormía.

Cuando Yue despertó la vio junto a él, sonriendo, como si se burlara de él por verlo débil.

- Al fin despiertas Yue – dijo Evangeline.

Una espada le había atravesado la garganta a Yue y sus poderes regenerativos no eran tan veloces ya, por lo que mentalmente le respondió:

- ¿Qué haces aquí? Creí que no te volvería a ver… - el rostro de Yue reflejaba tristeza.

Unos toques en la puerta distrajeron a Yue, pero Evangeline los ignoró y dijo:

- Veo que aun me recuerdas Yue. Sabes que has sido un chico malo – ella se acercó a sus labios – Abandonaste a tu ama por ir tras un alma, y mira cómo has terminado, sirviendo a esta familia desde casi un siglo. Sin poder alimentarte como se debe ¿No te bastaba con mi sangre? ¿Ya no querías verme?

Evangeline hablaba como si él la hubiese abandonado porque si, pero trataba de sonar indiferente al mismo tiempo, sin querer darle la satisfacción de que le importaba.

Yue la miró con sorpresa.

- ¿Por qué has regresado… a que has venido?... aun recuerdo que querías que me alejara de ti – Yue habló mentalmente de nuevo, y trató de sonreír irónicamente, después de todo había pasado un siglo. La sonrisa fue borrada de su rostro por el dolor que sentía.

Al tenerla tan cerca de él después de tanto tiempo siente que su presencia lo tienta de nuevo.

- Yue! – Llamó alguien al otro lado de la puerta – voy a pasar – un hombre abrió ligeramente la puerta mirando hacia ellos.

Era Saine, el ángel de la muerte, quien había sido el esposo de Elise cuando esta vivía. El se presentó ante la demonio, y esta hizo lo propio. El ángel de la muerte besó la mano de Evangeline y se estudiaron unos segundos con la mirada, evaluándose.

Apenas pasaron un par de minutos cuando a la habitación entraron Alexander y Jill Di Rousseau. El primero de ellos no reconoció a la demonio, ya que la había visto con apariencia masculina, y tampoco reconoció el nombre cuando Saine la presentó.

La joven Jill, la menor de los Di Rousseau, se acercó a Yue y lo abrazó. Este, luego de mirar a Evangeline correspondió el abrazo, provocando que los ojos de la sucubo se tornaran rojos ante la escena, pero ante lo cual no dijo nada, y con una sonrisa en los labios, luego de hablar con Alexander, desapareció del lugar.

Pero justo segundos antes de desaparecer Evangeline escuchó la voz de Yue en su cabeza diciendo:

- Yo… te quiero.

Ella por respuesta le contestó mentalmente que volvería, y así fue.

Esa misma noche luego de otro ataque a la mansión Di Rousseau en el que Yue fue herido, Evangeline apareció en uno de los pasillos y se ofreció a curar sus heridas, lo llevo a la habitación de nuevo y lamiendo cada una de ellas las sanó.

- Dime Yue, ¿me extrañaste? – preguntó ella.

- Si, te extrañe demasiado, que sentía morir – confesó el demonio luego de besarla.

- Si tanto me extrañaste ¿Por qué no me buscaste? – preguntó ella después de separarse del beso. Luego continuó lamiendo las demás heridas de su cuerpo, que se cerraban al contacto de su lengua. Reanudaron los besos esa noche, pero no pasó más que eso. Evangeline se marchó.

Cuando Evangeline apareció de nuevo en la mansión Di Rousseau, entró por la puerta, vestida como una mujer de negocios, para una reunión con Alexander.

Su actitud altiva y arrogante, no fue vista con buenos ojos por algunos miembros de la familia, en  especial las damas, como la hermana gemela de Alexander, Monserrat.

El como la vieran en la mansión realmente no le importaba, ella tenía un objetivo claro, que Yue regresara con ella o que rompieran el pacto y se separaran para siempre. Cualquiera de estas posibilidades estaba bien para ella. Si él no quería regresar con ella se sentiría triste y desolada, pero al mismo tiempo liberada al tener una respuesta definitiva.

Evangeline puso las cosas en claro para Yue, quien como mayordomo de la mansión Di Rousseau había formado lazos muy fuertes con los cinco hijos del matrimonio, todos ellos muy peculiares por sus distintos aspectos.

Yue al ver nuevamente a Evangeline había vuelto a experimentar todos aquellos sentimientos que ella le inspiraba, o más bien recordarlos. Y aunque ella le dio un ultimátum porque aun estaban unidos en un pacto como ama y sirviente, el decidió que lo quería todo, fue egoísta y al mismo tiempo avaricioso por primera vez desde que se habían separado. El quería quedarse al lado de la familia que había aprendido a amar, a la que estaba atada más por su propio deseo que por un pacto. Pero tampoco quería perder a Evangeline nuevamente, por lo que le pidió que se quedara a su lado, y que continuaran con el pacto.

A pesar de ir en contra de lo que ella creía y quería aceptó, pero es que… ¿Cómo podría perderlo de nuevo si al fin se había dado cuenta que lo que sentía por él era amor?... O algo parecido… se dijo a sí misma. Después de un siglo de estar separados se volvieron a encontrar, y continuaron con una relación que parecía haber quedado suspendida en algún momento. En algún momento también ambos fueron honestos y dijeron lo que sentían y querían el uno del otro, sus aventuras juntos comenzaron de nuevo… pero eso… ya es parte de otra historia.

Fin

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