domingo, 4 de agosto de 2013

Espuma de Mar

Espuma de mar

En lo más profundo del mar, y donde los humanos no podían encontrarlo se encontraba un esplendido reino submarino, cuyos habitantes eran sirenas con hermosas colas de variados colores y hermosos cantos que resonaban en las aguas.

En el castillo vivían tres hermosas princesas, a las cuales les contaban maravillosas historias del mundo de la superficie, la pequeña sobretodo adoraba esas historias.

-         Yo quiero ir al mundo de la superficie- dijo la pequeña Jill entusiasmada
-         Aun eres muy pequeña- le respondió su madre- pero cuando cumplas 15 años podrás subir y ver ese mundo
-         Aun falta mucho- se quejo la pequeña
-         Solo ten paciencia mi pequeña... solo eso

Los años pasaron, la primera en cumplir 15 años fue su hermana Ángela, a la cual se le concedió el subir a la superficie, al regresar le conto a sus hermanas todo aquello que había visto, el sol, las aves, las rocas la arena.

La segunda en subir fue Monse la cual también le conto a la pequeña su aventura en ese lugar, él como había estado en las rocas jugando con el aire que mecía sus cabellos.

Llego el turno de la tercera de las hermanas, Baliel solo era dos años mayor que Jill, aun así para esta ultima parecía una espera eterna, al regreso de su hermana le pregunto que había visto, la cual le menciono algo aun mas sorprendente que sus dos hermanas, había visto un navío navegando a lo lejos, se veía pequeño por la distancia pero estaba segura que era un navío grande.

Por fin llego el turno de la pequeña Jill, nado hacia la superficie haciendo giros tarareando canciones, la alegría que sentía no se podía ocultar en absoluto.

Jugó en las olas y contemplo todo a su alrededor sentada en una roca, observo el horizonte, las nubes, la puesta de sol y posteriormente el anochecer y las estrellas. Estaba a punto de regresar a casa cuando vio un navío.

Los marineros echaron el ancla y comenzaron a lanzar fuegos artificiales, Jill nado curiosa acercándose al navío, percatándose que los marineros brindaban y bailaban, además le deseaban feliz cumpleaños a un joven príncipe capitán del barco. Jill lo contemplo, también ella hubiera querido desearle un feliz cumpleaños.

Los marineros estaban tan alegres que no se percataron de que se habían formado negros nubarrones, el viento soplo con fuerza y sacudió el navío con tal violencia que este término por hundirse en el fondo del océano, arrojando al joven príncipe a las furiosas aguas.

Jill se zambullo tras él, el príncipe estaba inconsciente si lo abandonaba en ese momento moriría ahogado. Después de mucho esfuerzo logro llegar a una playa, lo llevo tan lejos como le fue posible para que las olas no lo arrastraran de regreso al océano.

Jill lo contemplo y cubrió con su cabello para  que recuperara calor, acariciaba su frente al tiempo que cantaba para el esperando a que despertara, observo con ternura aquel rostro angelical y sus cabellos blanco platinado, no se dio cuenta que había amanecido. El joven príncipe apenas estaba recobrando la conciencia

Escucho algo cerca de ella, llena de miedo y nervios regreso al agua y se oculto tras una roca observando a lo lejos a aquel joven príncipe.

-         Yue!- lo llamo una hermosa mujer de cabello negro y ojos violetas- que alivio creímos que se había perdido en el mar
-         Yue- murmuro Jill viendo lo ayudaban a levantarse
-         Lo llevare al castillo para que descanse- le dijo la mujer
-         Fuiste tú quien me salvo?- le pregunto Yue a aquella mujer
-         No, pero me alegro de haberlo encontrado con bien

Jill regreso a su casa cuando esa mujer y Yue se habían perdido de su vista, sus hermanas estaban preocupadas y le preguntaron dónde estaba,  pero ella no respondió, solo se encerró en su habitación.

Jill estaba enamorada del príncipe, pero estaba segura que su padre no la dejaría regresar, jamás consentiría algo así. Ella deseaba con todo su corazón el regresar, paso días encerrada sin comer absolutamente nada.

Decidida al fin salió de su habitación después de una semana, y nado con dirección a donde vivía Yomi, la bruja del mar, aquel sitio era horrible y obscuro, la bruja al verla se lleno de placer.

-         Lo que quieres es fácil mi pequeña princesita... solo debes volverte una humana
-         Humana? Y.. usted puede volverme humana?
-         Pero eso será muy sencillo- sonrió con maldad- es un deseo estúpido pero fácil de realizar por mí, pero atenderé tu problema porque sé que con el tendrás mala suerte ... además de ello ocupo un pago
-         El que sea... el que sea con tal de estar a su lado
-         A cambio me quedare con tu hermosa voz- le dijo tendiéndole un frasco de cristal Jill palideció – piensas en cantar al príncipe con tu hermosa voz, sin embargo es lo que exijo de ti, lo más hermoso que tienes además de tu lindo rostro aceptas?
-         Pero sin mi voz... que me quedara entonces?
-         Tu hermosa figura, tu porte ligero y gracioso y tus expresivos ojos

Jill dudo un poco pero asintió al final tomando el frasco.

-         Deberé advertirte que cuando bebas eso sentirás como si algo te partiera en dos, pero ese el dolor que sufrirás al cambiar tu hermosa cola por unas piernas humanas, conservaras tu belleza y tu porte ligero, pero cada paso que des se sentirá como si andarás sobre puntas de alfileres... no podrás volver a ser una sirena, no veras de nuevo a tus padres y a tus hermanas  además de ello, si tu príncipe decide amar a otra en lugar de a ti, si se desposa con otra mujer  tu desaparecerás en el océano como la espuma de las olas.
-         Entiendo- murmuro Jill, la buja atravesó la garganta de Jill destrozándola así como sus cuerdas bucales, extrayendo con eso la hermosa voz de la sirena.

Jill nado de regreso a su hogar, observándolo de lejos, con una última mirada se despidió de todo lo que conocía y nado a la superficie manteniendo el frasco cerca de ella, se acerco a la playa más próxima al castillo de su príncipe, y bebió la poción.

Sintió un dolor tan fuerte, que de haber tenido voz su grito hubiera sido escuchado en todos lados, el dolor fue tan terrible que termino por desmayarse.

Esta vez fue el príncipe Yue quien salvo a Jill, la encontró mientras cabalgaba a lo largo de la costa, pensando aun en aquella hermosa voz que había escuchado cuando estuvo a punto de ahogarse, fue entonces cuando vio aquella hermosa cabellera azulina, y a una bella chica que yacía desnuda e inconsciente en la playa.

El príncipe bajo de su caballo y se aproximo a la joven, notando lo bellos y finos que eran sus rasgos, Jill comenzó a recobrar el conocimiento poco a poco, sus hermosos ojos verdes se llenaron de alegría al ver que era su príncipe quien la sostenía.

-         Estas bien? Cómo te llamas?- le pregunto amable

Jill trato de responder pero ningún sonido salió de sus labios, entonces recordó que había perdido su voz para siempre.

-         Que sucede?- le pregunto el príncipe, Jill señalo su garganta- no puedes hablar cierto?- volvió a preguntar comprensivamente, Jill solo asintió con la mirada triste- Tranquila estarás segura ahora- la tranquilizo cubriéndola con su propia capa- te llevare al castillo donde te vestirán y alimentaran...

El príncipe monto su caballo con ella y regreso al castillo, después de ayudarla a bajar Jill se apoyo en el brazo del príncipe ara atravesar la escalinata principal, tal como le habían advertido cada paso que daba era un tormento para ella, el dolor recorría sus piernas, pero ella continuaba sin mostrar la mas mínima muestra de sufrimiento.

Las criadas asistieron a Jill y la vistieron con unos hermosos vestidos de seda, admirando y alabando su belleza.

Pasaba la mayor parte del tiempo al lado del príncipe el cual le había tomado cariño, Jill veía a las mujeres cantar y bailar delante del príncipe, suspirando, si ella aun tuviera su hermosa voz cantaría para su príncipe. Además aquellos bailes que tanto se celebraban, Jill hubiera querido bailar con su príncipe sin embargo aquel dolor que se le producía al caminar se lo impedía, todo el tiempo observaba a su príncipe bailar con las invitadas.

En uno de esos bailes, el príncipe se acerco a ella acompañado de una mujer de cabello negro y ojos violetas con intención de presentarlas.

-         Lady Evangeline permítame presentarle a nuestra bella inquilina, ella no puede hablar, apenas y sabemos que su nombre es Jill pero parece que no conoce nuestra manera de escritura y solo eso hemos podido saber de ella.
-         Mucho gusto Jill- la saludo la chica- mi nombre es Evangeline Rave
-         Jill-la llamo el príncipe- quiero que conozcas a mi prometida, nos casaremos pronto para ella tu también serás como su pequeña hermanita y cuidara de ti así como yo lo hago

Jill los miro con sorpresa a ambos, sintió que su corazón se hacía pedazos, aunque hubiera parecido haber estado atrapando el corazón del príncipe durante esos días era claro que el estaba perdidamente enamorado de esa mujer, sabía que cuando él se casara con esa mujer ella morirá.

A media noche salió de su habitación y observando el océano desde una elegante terraza lloro en silencio por todo lo que sucedía.

A los pocos días las campanas repicaron por todo el pueblo, el barco del príncipe zarparía al anochecer celebrando en este la boda. Las criadas vistieron a Jill con un hermoso vestido de seda e hilos de oro.

La tripulación gozaba y bebía brindando a salud del príncipe y su esposa, Jill los observo con amargura, cuando el príncipe se acerco a ella noto la mirada triste que tenia.

-         Pasa algo?- le pregunto alarmado, Jill solo negó con la cabeza y le sonrió para tranquilizarlo.

Durante la madrugada cuando ya todos se habían retirado a dormir Jill salió a la cubierta del barco observando el océano debajo, escucho que la llamaban, sus hermanas salieron a la superficie pero.. Sus cabellos ya no ondeaban con el viento de la noche, se los habían cortado.

-         Hemos entregado nuestros cabellos a la bruja del mar- le dijo Ángela al tiempo que Monse le entregaba una daga de plata
-         Atraviesa el corazón del príncipe con ella- le dijo decidida
-         Si lo haces... cuando su sangre tibia caiga en tus piernas recuperar tu cola y podrás volver al océano- le dijo Baliel- pero tienes que hacerlo antes de que el sol salga, Jill no dudes y hazlo regresa  a casa

Jill se despidió de sus hermanas y sostuvo la daga fuertemente,  antes del amanecer entro a la habitación donde la pareja descansaba, ella observo al príncipe y acaricio su frente, beso su mejilla y salió de ahí, como lo suponía, no podía matar al hombre que amaba más que a su propia vida.

Regreso a la cubierta y arrojo la daga al océano sentándose en el borde del barco.

-         Jill!!!- la llamaron, ella giro su mirada observando Yue el cual se acercaba al lado de su esposa- Jill que haces.. es peligroso...
-         Jill... Jill ven aquí podrías caer – le dijo Evangeline amablemente, pero Jill solo los miro con lagrimas en los ojos y sonriendo con amargura
-         Jill podrías caer – le dijo Yue acercándose a ella tomándola del brazo, en sus ojos se  denotaba la preocupación que sentía por ella

Jill solo sonrió al tiempo que sus lagrimas corrían por sus ojos, acaricio  la mejilla de Yue y beso sus labios, el príncipe se quedo sorprendido y soltó por unos segundos el brazo de Jill, esta solo le sonrió con ternura y se arrojo al agua al tiempo que el sol comenzaba a brillar en el horizonte.

-         JILL!!!!- la llamo Yue tratando de sujetarla de nuevo mas ella estaba lejos de su alcance


El cuerpo de Jill cayó al agua, desvaneciéndose poco a poco conforme se hundía, su cuerpo se trasformaba en espuma tal como le habían advertido, pero aunque ella desapareciera como a espuma de las olas, donde sea que estuviera velaría por la felicidad de su príncipe, lo cuidaría desde cualquier lugar observándolo desde lejos, tal como lo hacía durante los bailes que se hacían en el palacio.

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